La TV... Más conocimientos de lo que pensamos...
Aunque no lo parezca, la tele nos embrutece. Aporta a los niños una mina de conocimientos y de informaciones... que a veces son difíciles de poner en orden. Según Maguy Chailley, catedrática en Ciencias de la Educación, “los pequeños aprenden vocabulario, descubren el mundo científico, la geografía, las diferencias culturales” (L’Express 11/2002). Un comentario muy acertado para los programas juveniles o emisiones para público infantil tales como “Barrio Sésamo”. El problema es que nuestros niños no ven solamente estas emisiones (que les encantan) sino que también absorben otras con sus padres, hermanos y hermanas mayores, en casa de la niñera... Y ahí es donde radica el problema. No estamos lo suficientemente atentos a esta visualización pasiva.
El estrés de la tele
El célebre pediatra T. Berry Brazelton ha descrito lo que se conoce como el “estrés de la tele” en casa de los niños. El simple hecho de visualizar imágenes pone al niño en un estado de tensión particular, tanto mayor cuanto más joven es. El niño, delante de la pantalla, moviliza toda su capacidad de atención. “Su cuerpo está pasivo pero tenso, su sistema cardiovascular está al máximo de actividad; la tensión muscular muestra un niño estresado y no un niño relajado... Hay que preguntarse sobre las consecuencias que la televisión provoca en los niños pequeños, de entre uno y cuatro años. A esta edad, la capacidad de soportar experiencias intensas está limitada”. Paradójicamente, esta tensión está acompañada de inactividad, nefasta para los niños. E incluso es peor cuando esta pasividad está acompañada por picoteos constantes. Se reúnen todas las condiciones para que un niño normal se convierta en un pequeño obeso.
Imágenes impresionantes
Las imágenes son impresionantes para los niños, en sentido literal: dejan una huella en su psiquismo. Esto es así para las “buenas” imágenes, pero lo es sobre todo con las imágenes violentas, contra las cuales un pequeño no puede defenderse: está invadido literalmente por éstas, sin ningún medio, ni cultural ni psíquico, de analizarlo. A esta invasión siguen dos consecuencias: el espanto, con su cortejo de pesadillas y miedos irracionales e, indirectamente, dificultades de comportamiento: agresividad o reproducción de gestos vistos en la pantalla. Para persuadirte de lo fundado de estas reflexiones, es suficiente con vigilar las reacciones de tu hijo delante de la tele: ¿un programa ruidoso, agitado? Puedes esperar la excitación a partir del momento en el que apagues el aparato.
Nada de tele antes de los dos o tres años
Los pediatras son unánimes: nada de tele antes de 3-4 años. El famoso estrés es demasiado importante y las imágenes demasiado invasoras para los pequeños con un sistema nervioso aún inmaduro. Evita, pues, poner a tu bebé en su asiento delante de la tele, durante el tiempo que empleas para preparar la comida.
Después de esta edad, el tiempo delante de la tele tiene que ser imperativamente limitado: no más de 30 minutos hasta los 5 años, después no más de una hora. Esta hora de tele tiene que estar acompañada por los padres. Instálate en el sillón con tu hija o hijo, elige el programa y quédate con él, con el fin de permitirle comentar, preguntar, responder y explicar. Esta actitud “activa” frente a las imágenes permite al niño tener perspectiva respecto a éstas, adquirir costumbres críticas (ya no reciben las imágenes de forma literal), en resumen, estructurarlas. Explícale, muéstrale los detalles que permiten a los pequeños descifrar: explícale, por ejemplo, cómo se hacen los dibujos animados, descompón los efectos especiales, háblale de los estudios de televisión. En definitiva, en este campo, ayúdale a no creer en los cuentos de hadas... La tele no es mágica.
¿En qué momento es mejor que vea la tele?
Es mejor que no sea siempre a la misma hora, ya que podría convertirse en una especie de cita, asumido enseguida como una rutina y una obligación. Para evitar discusiones o lloros, proponle otra actividad a la hora del programa ¡y no hables del mismo! En cualquier caso, nada de tele por la mañana, momento del día en el que los niños están más receptivos. Prefiere el final del día aunque, no demasiado tarde.
Sed claros con vuestros hijos: indicadles las reglas del juego y sed firmes. ¡Cuando se pasa la hora, se apaga! ¿Un gran capricho? No es grave. Permanece intratable: la próxima vez no habrá recriminaciones.
A leer:
“Mi hijo y la televisión” de Jesús Bermejo Berros - Ed. Pirámide
“Manual de uso de los padres cuyos hijos ven demasiado la televisión” de Serge Tisseron y Brigitte Canuel - Ed. Bayard Centurion
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