Reconozcámoslo, a todos nos encanta revisitar nuestras viejas fotografías de bebés. Esas en las que nuestros padres, muy hábilmente, supieron sacar nuestra mejor cara –o no- y para las que se contaba con muchas menos posibilidades de éxito debido a las limitaciones analógicas –sus carretes no eran tan infinitos como nuestros teléfonos móviles de última generación-.
¿Quién no ha mostrado a amigos y familiares esas viejas fotos -quizás algo amarillentas ya por el paso del tiempo- en las que lucíamos “tipazo” en un posado veraniego a la orilla de la playa? ¿Quién no ha exhibido sin pudor, ni vergüenza al desnudo, sus primeros remojones en la bañera de casa de sus padres?
Es de ese tipo de fotografía de la que hablamos. De aquella que vemos para recordar y con la que interiorizamos olores, vagos recuerdos e incluso sensaciones. Ese tipo de imágenes que, da igual los años que pasen, siempre ganan con el tiempo.
© Pinterest
El único problema que ha surgido en torno a ella es más un problema nuestro que de la propia fotografía y es que, en la sociedad moderna, estamos tan influenciados e impactados por la publicidad y las redes sociales que, en ocasiones, intentamos replicar encantadoras imágenes, manipuladas y retocadas, para las que los resultados no son exactamente los que esperamos.
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Esta selección de imágenes es precisamente una recopilación de algunas de las prácticas que NO deben hacerse. Pequeños “desastres” fotográfico-infantiles que ponen de manifiesto que la mejor fotografía, cuando se trata de bebés, es aquella que capturamos con naturalidad y en el momento más inesperado.
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