El castigo no debe entenderse como algo negativo con el que reprimir al niño, sino todo lo contrario. Es un mecanismo mediante el cual le debemos hacer ver qué actitudes son buenas y malas, dependiendo de su comportamiento, y cómo mejorar en todo momento. El truco consiste en saber qué sistema es el mejor.
Alrededor del 20% de los padres admite que en alguna ocasión ha empleado azotes para impartir disciplina a sus hijos. Sin embargo, cabe destacar que la mayoría reconoce que es una práctica que no les gusta y que preferiría conocer otros métodos de educación. Además, la mayoría de ellos asegura que su manera de inculcar disciplina está influenciada por las técnicas que sus propios padres emplearon con ellos durante su infancia.
En muchas ocasiones, este tipo de castigo viene influenciado por factores externos a la familia, como por ejemplo una época de más estrés en el trabajo, que puede repercutir en un castigo sobredimensionado hacia los niños.
De cualquier manera, los organismos pediátricos recomiendan evitar el castigo físico, ya que existen multitud de técnicas educativas que además de hacer ver a los niños aquello que han hecho mal, refuerzan los buenos comportamientos. Los padres debemos ser conscientes de los efectos que este tipo de castigo pueden tener a largo plazo y los traumas que puede generar en el futuro. Además, es importante prestar atención a las edades de cada niño para adecuar sus castigos a cada momento.
Muchos padres ven la disciplina como una manera de frenar los malos comportamientos enseñando mejores hábitos. Sin embargo, otros reconocen que no disponen de conocimiento suficiente para adaptar el tipo de castigo a la situación concreta. Por este motivo es tan importante entender qué técnicas podemos utilizar para impartir disciplina entre los pequeños:
1. Explicarles qué esperamos de ellos y qué consecuencias podrían tener sus actos
2. Tiempo muerto: darles tiempo parta que se tranquilicen
3. Ofrecerles distracciones para evitar que empeore su comportamiento
4. Modelos de repetición de los adultos (si nosotros nos portamos bien, ellos lo harán también)
5. Avisos verbales
6. Imponer límites concretos y comprensibles
7. Quitar privilegios: Como te has portado mal no iremos al parque
Si empleamos estas técnicas, en las que evitamos el uso de la fuerza, ayudaremos a reforzar la actitud positiva de nuestros hijos, potenciando su desarrollo y hábitos futuros, y convirtiéndoles en mejores personas.
Artículo elaborado en colaboración con la Doctora Deanna Marie Mason, experta en Paternidad Proactiva y apoyo profesional para la familia moderna.
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