Hay quienes piensan que cualquier niño nacido antes de las 40 semanas de embarazo es un bebé prematuro. No, señores. El embarazo se considera a término en la semana 37 de gestación, casi un mes antes de la conocida como “fecha probable de parto”. Digamos que el último mes de un bebé en el útero es un tiempo de seguridad, donde la criatura se dedica fundamentalmente a engordar. Todos sus sistemas están desarrollados y han comenzado a funcionar desde hace tiempo.
Un bebé prematuro es aquél que nace antes de la semana 37. Aún así, hay muchas diferencias entre los prematuros tardíos, como puede ser un niño nacido en la semana 35, o los prematuros extremos, como sería uno que nace en la semana 26. La línea roja que dibujan los médicos para la viabilidad del feto en un embarazo son las 24 semanas de gestación. Antes de ese momento, aunque hay casos de bebés que han sobrevivido con menos tiempo, es difícil que un niño salga adelante fuera del vientre materno. En ese momento, poco después de la mitad del embarazo, el feto pesa más o menos medio kilo. Imagínense, ¡medio paquete de arroz! Su cuerpo es diminuto y frágil. La piel es traslúcida y se le transparentan las venas. Su pie entero sería como la parte superior de un pulgar y cabría en la palma de una mano.
A partir del límite de viabilidad, cada semana más de embarazo multiplica las posibilidades de que el bebé salga adelante. El índice de supervivencia de un prematuro con 24 semanas es del 25%, mientras que se duplica en los nacidos con 26 semanas y llega casi al cien por cien en la semana 28.
La principal complicación que tiene un bebé prematuro es que nacen con inmadurez cerebral y pulmonar. Por eso a las mujeres que se intuye que van a dar a luz de forma prematura, se le inyectan unos ‘maduradores’ que aceleran el desarrollo del sistema respiratorio. Aún así, los prematuros necesitan un control exhaustivo de sus constantes vitales y ayuda de máquinas para respirar, alimentarse, mantener la temperatura corporal, etcétera.
Cuando tienes un hijo prematuro, descubres el universo de la Unidad de Neonatología. Es un sitio tranquilo, a media luz, con incubadoras y máquinas que sustituyen al hilo musical con sus pitidos. De vez en cuando un bebé rompe a llorar. Algunos llevan los ojos tapados y están bajo una luz azulada que les ayuda a regular la bilirrubina. Los más pequeños no llevan pañal y a los que lo llevan, les hace las veces de manta. Visto desde fuera de la incubadora, el bebé es un lío de sondas, tiritas y cables. En sus pechos hay parches. En la nariz, un tubo con oxígeno y una sonda que les alimenta con leche. Sus manos son diminutas. De vez en cuando entreabre los ojos, como en un duermevela. Está arrullado por un colchón especial que le acurruca como el útero de mamá. Una o dos veces al día, si el bebé está bien, te dejan ponértelo sobre el pecho para que su piel toque tu piel. Es una sensación maravillosa. El niño escucha tu respiración, el latido de tu corazón y siente el calor al que está acostumbrado. Entonces, es un buen momento para murmurarle y dormir juntos.
Es duro ir al hospital a dar a luz y salir sin el capazo. También es duro abrir regalos que estrenarás dentro de meses. O ver a un recién nacido a término, que de pronto tendrá para ti un tamaño colosal. Es probable que no compartas fotos suyas en las redes hasta tenerlo en casa. Conforme el tiempo pasa y el bebé crece en la incubadora, le irán quitando aparatos, incluso te dejarán darle de comer. A un bebé prematuro se le da primero el biberón, porque no tienen fuerza para succionar el pecho. Debes sentarlo sobre la rodilla, agarrar su nuca con una mano y, con la otra, darle el biberón.
Una vez le den el alta, es conveniente que se vaya haciendo poco a poco a los espacios y los gérmenes que hay en ellos. Por eso no debe salir a bares ni centros comerciales. Incluso conviene que no le visiten en casa demasiadas personas. Si va a salir fuera, lo mejor es que esté al aire libre. El cuidado especial de un bebé prematuro no acaba cuando abandona el hospital. Los siguientes dos años, el niño debe llevar un seguimiento más cercano que un nacido a término: control de peso, ecografías, sesiones con el logopeda, vacunas… Pero todo pasa. Llega un momento en que tu pequeño se iguala al resto. ¡O, incluso, los supera!
Contenido elaborado por Paula Zubiaur autora del blog Embarazo con cerclaje
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