Un hogar corriente, de un barrio corriente, en una ciudad corriente. Una mujer llega a casa después de trabajar todo el día y una vez más, la casa está hecha un desastre. El caos la rodea: algo de loza sin fregar, pegotes de comida en la baldosa, el espejo del baño salpicado, varios juguetes danzando en las zonas de paso, coladas acumuladas y una montaña de ropa -con camisas, siempre hay camisas- que espera su turno para ser planchada. Aún cuenta con un par de horas antes de acostarse pero, ¿Y la sesión de baño de los niños, las cenas, los tupper para el día siguiente y contestar a los correos que han quedado pendientes? Ella, que nunca se había considerado tradicional, a menudo reflexiona sobre si en su familia los roles de género están excesivamente acentuados y acerca de si el peso del cuidado doméstico recae sobre ella.
Hace mucho que hemos superado el viejo dicho popular “La mujer, en su hogar y el marido en su trabajar” pero quizá esta descripción cotidiana ilustre una escena habitual en muchas familias españolas. ¿Asumimos una mayor carga con respecto a nuestras parejas? A menudo hablo con mujeres que trabajan y aseguran haber alcanzado autonomía económica. Han conseguido realizarse estudiando y posteriormente produciendo fuera de casa pero mientras, hacen malabares para conciliar este aspecto laboral con su dimensión de madre y esposa. Conozco el caso de una abogada que no recuerda la última vez que tuvo tiempo para tan siquiera aclarar la espuma de sus pies en la ducha y que a menudo bromea con que en los últimos años su marido tan sólo estuvo presente en el momento de la fecundación.
Como explica la socióloga Nazaret Abalde, la masiva participación de las mujeres en el mundo laboral abre la veda a este nuevo conflicto en el seno de los hogares. El acceso de la mujer al mercado se ha generalizado en las últimas décadas y a pesar de que su posición en la familia ha ganado independencia con respecto a su pareja, sigue existiendo una clara diferencia en el reparto de las tareas y en el empleo del tiempo y por lo tanto, en los papeles que adoptan los géneros en el interior de los hogares.
De hecho, según el INE, las mujeres dedican el doble de tiempo a las tareas domésticas que los hombres, asumiendo una mayor carga de trabajo con respecto a sus compañeros dentro del hogar.
Este conflicto se hace aún más evidente con la maternidad. La salida para la conciliación laboral y familiar suele terminar en reducir la jornada laboral o tomarse una excedencia. Los datos nuevamente evidencian esta brecha: nueve de cada diez personas que lo hacen, son mujeres. Todo esto unido al vertiginoso estilo de vida actual y a la escasez de políticas públicas de ayuda a las familias, que provocan que cada vez sean más los hogares que externalizan este cuidado.
El consejo del experto
Por eso, hablamos con Domesting, una empresa que ofrece este tipo de servicios externos y que puede convertirse en un gran aliado para nosotras. Así nos lo explica Pablo Rodríguez, CEO de la empresa, indicando que este fue uno de los principales motivos que lo animó a fundar este sistema online y móvil de reservas de servicios domésticos: “Detectamos que los nuevos modelos familiares se caracterizan por la falta de tiempo para la realización de las labores domésticas”. Tradicionalmente, contar con un asistente del hogar se asocia siempre a economías domésticas acomodadas e integrar a un desconocido en la intimidad del hogar no resulta sencillo, por lo que, en muchas ocasiones optamos por asumir más carga de la debida.
Los nuevos servicios de cuidado del hogar por tanto, se erigen como una combinación perfecta entre la rapidez, la seguridad y lo asequible: se contratan en menos de un minuto desde el móvil, cuentan con profesionales evaluados y sus precios rondan los 12 euros por hora.
Quizá no supongan el final absoluto de la desigualdad en los papeles que adoptan hombres y mujeres en los hogares, pero es posible que los nuevos estilos de vida, demanden nuevas rutinas y nuevas formas de organización porque, definitivamente, hemos salido a cazar y nos hemos incorporado al mercado laboral, pero cuidar la caverna sigue siendo un asunto de mujeres.
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