Para ello, se analizaron una serie de casos en los que se culpó a científicos de manipular sus experimentos o mentir sobre los resultados de los mismos, así como otras conductas de ética cuestionable.
El estudio analiza, principalmente, los casos de fraude científico registrados entre 1994 y 2012 en la Oficina de Integridad en la Investigación. Un organismo que forma parte del Departamento de Salud de EEUU y que es el responsable de supervisar todos aquellos estudios de dicho departamento que tienen financiación pública.
De acuerdo con los resultados obtenidos, el 66% de los 228 casos de fraude analizados fue protagonizado por hombres. En este sentido cabe destacar que, a la hora de establecer los porcentajes, el estudio ha tenido en consideración la proporción de hombres y mujeres que se dedican a la ciencia en EEUU.
Asimismo, el estudio dividió los casos por el cargo que ocupaba cada uno de los protagonistas de los distintos casos de fraude y se llegó a la conclusión de que, en contra de lo que se pensaba hasta el momento, la mayoría de los fraudesno los cometen los becarios y estudiantes sino, precisamente, aquellos investigadores con mejores puestos y mayor reputación.
Dentro de este profesorado fraudulento también se hizo notar el diferente nivel de honestidad entre hombres y mujeres ya que, de los 72 casos registrados en este grupo tan sólo 9 fueron ejecutados por mujeres.
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