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Las 10 razones por las que nunca debimos hacernos mayores

por Laura Sutil ,
Las 10 razones por las que nunca debimos hacernos mayores© Peter Pan

Es curioso que cuando éramos pequeñas siempre estábamos deseando que pasasen los días y llegase nuestro próximo cumpleaños. Creíamos que hacernos mayores nos traería más ventajas que quebraderos de cabeza... ¡Qué equivocadas estábamos! De repente, un día comprendemos que ya hemos dejado atrás todo lo que nos unía a la infancia y sí, debemos admitir que quizás padezcamos el Síndrome de Peter Pan. ¿A ti también te pasa?

Índice
  1. · Ya no tenemos excusa para ver los dibujos animados
  2. · Nos cuesta mucho más pedir mimos cuando los necesitamos
  3. · El chocolate ya no está tan bien visto
  4. · La Navidad era otra cosa
  5. · Dormir y dormir como si no hubiese mañana
  6. · Jugar durante horas sin que importase si pasaban las horas
  7. · Las vacaciones de verano eran infinitas
  8. · Nuestros 'juguetes' se han vuelto mucho más caros
  9. · Las responsabilidades de adulto nos invaden
  10. · Soñar era mucho más fácil

Si a menudo sientes nostalgia por tu infancia y eres de las que piensa que cualquier tiempo pasado siempre fue mejor, ¿a qué esperas para leer nuestras 10 razones? ¡Seguro que te sientes identificada!

1. Ya no tenemos excusa para ver los dibujos animados

Cuántas mañanas de sábado madrugando para poder ver esa serie de dibujos animados que nos encantaba... ¡Quién nos iba a decir que añoraríamos tanto no haber aprovechado más horas de sueño en aquellos momentos! Mañanas y tardes. Siempre era un buen momento para que aquellas cintas VHS de Disney comenzasen a rodar de nuevo. ¿Y qué me dices de las series de nuestra infancia? Aquí te dejamos una recopilación de las mejores películas de dibujos animados para recordarte nuestros años dorados:

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Las mejores películas animadas © Coco de Disney Pixar
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2. Nos cuesta mucho más pedir mimos cuando los necesitamos

Cuando somos niños, nuestras ideas y nuestra forma de actuar es totalmente transparente. Por eso, cuando estamos mal, no nos cuesta mucho pedirle a mamá o papá una dosis extra de cariño. Por desgracia, al hacernos mayores, nos cuesta algo más admitir que un buen achuchón nos haría mucho más felices.

3. El chocolate ya no está tan bien visto

Allá donde íbamos nos ofrecían un batido de chocolate, un helado con mucho sirope o chuches hasta no poder más. ¿Quién no echa de menos esos subidones de azúcar?

4. La Navidad era otra cosa

Por mucho que sigamos disfrutando al máximo la Navidad y nos encante decorar nuestra casa, hacer y recibir regalos, lo cierto es que hace tiempo que Papá Noel y los Reyes Magos han dejado de portarse igual con nosotras...

5. Dormir y dormir como si no hubiese mañana

¿Recuerdas aquellas siestas después de comer en la guardería? Y, ¿qué me dices de esos tres meses de vacaciones de verano levantándote a las 12.00? Ni despertador ni responsabilidades: no había nadie capaz de interrumpir tu sueño...

6. Jugar durante horas sin que importase si pasaban las horas

¿Quieres viajar en el tiempo? Estos eran algunos de los juguetes que consiguieron hacernos tan felices durante aquellos años:

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Juguetes de los años 80 y 90 © Wall-E
Juguetes de los años 80 y 90
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7. Las vacaciones de verano eran infinitas

Había tiempo para ir a la playa y a la piscina. También podíamos pasar días en el campo, organizar fines de semana en familia o irnos a pasar un mes en el pueblo con los abuelos. Ahora, a duras penas podemos pasar una semana en la playa haciendo un tetris para que encajen nuestras cuentas y los días que tenemos libres. ¡Que vuelvan aquellos días, por favor!

8. Nuestros 'juguetes' se han vuelto mucho más caros

El coche, la hipoteca de la casa, el teléfono móvil, el portátil, la ropa adecuada para el trabajo... Antes, todos nuestros gastos procedían de la cuenta de nuestros padres. Ahora casi todo lo que necesitamos en el día a día cuesta dinero. ¡Qué bonito era vivir en la inopia!

9. Las responsabilidades de adulto nos invaden

Levantarse cada día para ir a trabajar, cuidar de los niños, estar pendiente de pagar el alquiler, el seguro del coche, preparar la comida para el día siguiente... Como decía Mafalda: ¡Que pare el mundo, que yo me bajo aquí!

10. Soñar era mucho más fácil

Queríamos volar, ser princesas, ganar mil batallas... Todo es posible en la imaginación de un niño y lo cierto es que echamos de menos esa sensación de sentir que todo es posible. Quizás seamos un poco kidults, ¿no crees?

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