Los seres humanos somos una de las pocas especies que se abraza, algo que en realidad denota que lo que verdaderamente buscamos cuando lo hacemos -más allá del hecho de hacerlo en si mismo- es tocarnos.
Tal y como explica Kulraj, “el acto de abrazar es, de hecho, sólo una forma extendida de una fundamental necesidad humana: la de estar en contacto”.
Es un hecho científicamente constatado que los recién nacidos reciben importantes beneficios físicos y psicológicos como consecuencia de permanecer en contacto con la piel de sus madres frente a otros bebés que no han disfrutado de esa posibilidad.
Precisamente, y debido a la importancia que tiene para nuestra especie el contacto con otros semejantes, no es de extrañar que existan diversas tipologías de abrazos en función del grado de confianza y cercanía que una a los individuos que los protagonizan.
Partiendo de la base de que, por lo general, abrazar significa tener en estima y expresa un determinado grado de cariño, su significado tendrá unas u otras connotaciones en función de la forma y la duración. Estas, a su vez, pueden ofrecernos mucha información sobre la tipología de la relación existente entre quienes se abrazan.
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