¿Alguna vez te has preguntado por el origen de los perfumes contemporáneos? ¿Crees que el uso de esencias y colonias es una moda de los últimos años? ¡Nada más lejos de la realidad! La aparición de los primeros perfumes se remonta a miles de años atrás, y ya nuestros antepasados más lejanos ofrecían a los dioses fragancias obtenidas a base del humo del incienso o mirra, pues creían que podrían comunicarse con ellos a través de este humo.
Sin embargo, no fue hasta la llegada de la civilización egipcia cuando comenzó a usarse el perfume con fines cosméticos, puesto que esta cultura fue la primera en aplicarse pomadas perfumadas en el cabello y hierbas y flores para aromatizar sus baños. Más tarde, los griegos tomaron la costumbre de perfumarse después de bañarse en las termas, aplicando una esencia diferente en cada parte del cuerpo, y los romanos metían en sus camas pétalos de rosa para de esta manera deleitarse con el perfume de estas flores.
Pero si hubo un descubrimiento que supuso una auténtica revolución en el mundo de la perfumería, ese fue sin duda la destilación del alcohol por parte de los alquimistas árabes. Ellos fueron los encargados de extender el uso del agua de rosas, el almizcle y la algalia, que fueron los aromas más populares durante la Edad Media.
Por desgracia, con la desaparición del Imperio Romano y la expansión del cristianismo en Europa, se produjo una gran disminución en el uso de los perfumes, pues esta doctrina predicaba la austeridad y la moderación en las costumbres, quedando relegados a las cortes de algunos reyes y los castillos de algunos nobles. Poco tiempo después, los soldados que volvían de las cruzadas y los mercaderes que venían de Oriente se encargaron de volver a introducir los perfumes en Occidente.
El perfume tal y como lo conocemos hoy en día (base alcohólica y aceites esenciales), surgió a finales del siglo XVI con la famosa “Agua de la Reina de Hungría”, que no es otra cosa que lo que hoy conocemos como alcohol de romero. Fue durante el Renacimiento cuando se perfeccionaron las técnicas de destilación y extracción de los aceites esenciales, gracias al avance de la química. Italia, y posteriormente Francia se convirtieron en la capital de la perfumería moderna, principalmente en las cortes de Luis XIV y Luis XV, en las que se hacía necesario el uso de perfume para disimular la falta de higiene y los malos olores generales de la época.
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Durante la revolución francesa se paralizó el mercado de la perfumería, pero con la subida al trono de Napoleón, que era un gran aficionado a los aromas, comenzó una nueva era para los perfumes. A partir de entonces los perfumistas pasaron de ser simples artesanos a pequeños empresarios, propiciando que la perfumería se convierta en la gran industria que conocemos hoy día. Una industria que no solo genera cantidades astronómicas de dinero, sino que también da trabajo a millones de personas en todo el mundo.