La prensa ansiaba como agua de Mayo el posado de los Príncipes de Asturias y sus hijas Leonor y Sofía. A pesar de que llevaban varios días instalados en su residencia habitual en Mallorca, la familia no había querido posar unida hasta ayer, aunque sí lo habían hecho por separado. Letizia acompañó a sus pequeñas a las clases de vela de sus primos, donde todos los nietos pudieron fotografiarse junto a su abuela, Doña Sofía, además de la Infanta Elena. Don Felipe, por su parte, asistió solo a la entrega de premios de la 32 Copa del Rey de Vela, donde se esperaba también la asistencia de Doña Letizia. Precisamente el príncipe fue el encargado de justificar la ausencia de su mujer señalando que debía quedarse con las niñas.
Esta vez el posado se realizó en La Granja de Esporles, un maravilloso entorno natural situado en la Mallorca más tradicional y localizada en la sierra de Tramontana. La finca, propiedad de la familia del marido de Patricia Conde, Carlos Seguí, es un lugar donde la naturaleza, la tradición y las costumbres mallorquinas se dan la mano.
A diferencia del año pasado, cuando optaron por realizar el posado en pleno Paseo Marítimo de Sóller viajando en el tren que une ambas localidades y que por aquel entonces celebraba su centenario, esta vez han optado por un lugar más calmado donde los cuatro pudieron disfrutar de la tranquilidad de sus paisajes. De hecho, llegaron pasadas las seis y media de la tarde, sólo 30 minutos antes de que recinto cerrase sus puertas, por lo que apenas quedaban visitantes. Precisamente, fue la Princesa Letizia la encargada de pagar las entradas.
Aunque, sin duda, las grandes protagonistas volvieron a ser las pequeñas de la casa. Leonor y Sofía, vestidas con pantalón corto, blusa sin manga y sandalias, se comportaron como dos auténticas señoritas. Leonor protagonizó el momento gracioso de la tarde cuando , preocupada por su pelo, quiso colocárselo.
A su salida del recinto y ante la pregunta “¿les ha gustado la visita?” las pequeñas afirmaron entusiasmadas e hicieron multitud de preguntas sobre los objetos de profesiones antiguas que allí pudieron descubrir. Unas respuestas que sus padres les ofrecieron en la intimidad de Marivent.
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