El pasado mes de julio, Meg Ryan hacía acto de presencia en la Paris Fashion Week y dejó a todo el mundo con la boca abierta. Más que nada porque pocos era capaces de reconocer que detrás de esa cara desconocida la que se escondía era la actriz de Mensaje en una botella.
La actriz, que ya pocos trabajos consigue en la pequeña o en la gran pantalla, lleva años sin conseguir buenos proyectos. A pesar de ser una de las grandes promesas del cine, su imagen ya no le llama tanto la atención a los directores de casting después de pasar tantas veces por el quirófano.
Esta semana, la actriz volvía a aparecer ante los medios de comunicación. Incapaz de aceptar el paso de los años, la actriz se sometía de nuevo a una operación para intentar arreglar el desaguisado que ella misma se había hecho. Un intento, de nuevo, fallido.
La tres veces nominada a los Globos de Oro, hizo su aparición el pasado domingo en los ‘Tony Awards’, celebrada en el Beacon Theatre de Nueva York, con una imagen completamente distinta: nada de arrugas, pómulos abultados, ojos más pequeños y rasgados, facciones sin movilidad y una sonrisa nada natural.
El cambio ha sido tan exagerado y su expresión era tan poco natural que le han llovido las críticas en la redes sociales. Meg Ryan se convierte así en otra víctima del ‘botox’ y la cirugía que no ha sabido poner límite a los retoques estéticos.
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