El informe, que forma parte del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y ha trabajado sobre una muestra de 75 países (80% de la población mundial), advierte que cerca del 90% de la población todavía mantiene algún tipo de prejuicio sobre las mujeres en diferentes ámbitos como la política, el trabajo y la educación.
Para realizar su análisis, el informe se basa en un Índice de Normas Sociales de Género que le permite observar cuáles son los obstáculos hacia la equidad de género. Así, entre las afirmaciones que maneja, el estudio demuestra que aproximadamente la mitad de la población considera a los hombres mejores líderes políticos que las mujeres, del mismo modo que más del 40% cree que los hombres son también mejores empresarios y que tienen más derecho a trabajar cuando el empleo escasea. E incluso, un 28% de la muestra defiende que cree que está justificado que un marido pegue a su esposa.
Las consecuencias de la brecha de género
Estos datos implican que, pese a los avances en educación y salud, así como la eliminación de obstáculos para la inclusión real de las mujeres en la participación política y empresarial, siguen existiendo brechas en los ámbitos de poder debido a la percepción que se tiene de ellas como líderes.
Es por ello que alrededor del mundo encontramos que, si la participación en el voto tiene una proporción similar por géneros, solo el 24% de los escaños parlamentarios están ocupados por mujeres, siendo ellas las jefas de Gobierno solo en 10 de los 193 jefes en todo el mundo. Pero además, en cuanto a la fuerza empresarial, el informe pone en relevancia que solo el 6% de los directores generales de empresas del índice S&P 500 son mujeres.
Medidas de futuro para paliar la situación
Con los datos sobre la mesa, la ONU ha instado a países e instituciones a seguir aplicando políticas que ayuden a cambiar lo que a día de hoy es una realidad: la desigualdad por género y las prácticas discriminatorias. Así, entre las vías de actuación principales trazadas por la ONU encontramos la educación, que integra a mujeres y niñas en sectores tradicionalmente masculinos; el aumento de la sensibilización social; y nuevos incentivos, como el pago de impuestos para fomentar el reparto equitativo de las responsabilidades del hogar.
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