A estas alturas de tu vida, probablemente tengas ya asumida tu estatura. De hecho seguramente comenzaste a hacerte una idea hace muchos años: hubo una época en la que todos tus compañeros de cole tenían más o menos tu misma estatura, pero en cierto punto de la historia, tú comenzase a estancarte, en cuanto a altura se refiere, claro.
Mientras que los demás atravesaban la adolescencia y comenzaban a estirarse como un chicle, tú te quedaste ahí, con tu poco más de metro y medio de altura. Y por más que pasaban los años, nada. Ahí seguías.
Tapón, retaco, gnomo... muchos son los apodos y gracietas que has tenido que soportar a lo largo de los años (¿qué tal tiempo por ahí abajo?, ¡mira, le cuelgan los pies!). Pero ahora que eres una mujer hecha y derecha, al final has aprendido lo importante: el perfume bueno viene en frasco pequeño. Y aunque a veces pueda parecer que eres prima hermana de un hobbit, ¿qué mas da? Tienes cientos de cualidades excelentes que te definen mucho mejor que tu estatura.
Eso sí, hay situaciones que solo tú, como persona bajita, entenderás...
1. Tienes que trepar para alcanzar las cosas
Has desarrollado una técnica de escaladora que bien podría servirte para asaltar El Muro. Y es que a ti no te queda más remedio que trepar por los muebles de la cocina cuando necesitas algo situado en lo que tú consideras que son las alturas. Ya sea subirte a la encimera para poder abrir un armario, al taburete para llegar a una balda superior...
2. Odias tener que dejar el coche a otra persona
No porque corra peligro, sino porque sabes que si otra persona conduce tu coche te va a cambiar la altura y la posición del asiento. Y eso es algo inaceptable: bastante te ha costado encontrar la postura ideal para conducir como para que ahora venga alguien y te mueva la posición. ¡Ya sufriste lo tuyo en las prácticas de la autoescuela!
3. Puedes comprar en la sección de niños
Y sí, ¡eso es una ventaja! No solo porque a veces hay prendas monísimas que te pueden valer, también porque puedes ahorrarte bastante dinero, especialmente cuando compras zapatillas. Solo tú puedes llevar las mismas Convers que tu amiga, pero a mitad de precio. Porque tienes talla de niña pequeña y el modelo sale más barato... y eso, amiga, ¡mola!
4. Siempre, SIEMPRE, te piden el DNI
A la entrada de las discotecas, en los pubs, al pedir una cerveza, ¡incluso cuando compras una botella de alcohol en el súper!... Tienes 30 años y aún así te siguen pidiendo el carnet de identidad. Antes te fastidiaba intensamente, pero ahora te parece lo más, incluso te hace sentir más joven.
5. Odias salir en el medio cuando posas para una foto
Parece que tus amigas se ponen siempre de acuerdo para dejarte en el medio cuando os hacéis una foto. Ahí, destacando, el punto y las íes... ¡siempre igual!
6. Siempre tienes que remangarte el bajo de los pantalones
Rara es la vez que encuentres unos pantalones cuyo largo se ajusten al de tu pierna. Hubo un tiempo en que te molestabas por cogerles el bajo, ¿pero ahora? Un par de vueltas más al dobladillo y apañao. Total, ahora se llevan así, tampoco pasa nada.
7. Pasas de ir a un concierto si es en pista
Porque, a no ser que te toque en primera fila, sabes que no vas a ver nada. Por eso hace tiempo que pasaste de comprar entradas de conciertos que sean a pie de pista. Tu en la grada, sentadita, como una señora, di que sí.
8. Te cuelgan los pies cuando te sientas en determinadas sillas
A todo el mundo le parece gracioso que no llegues a tocar el suelo con los pies cuando te sientas en ciertas sillas. Y ya no hablemos de los taburetes, esos inventos del demonio con los que debes aplicar tus técnicas de escalada (sí, aquellas de las que hablábamos en el punto 1).
9. La gente se suele apoyar cómodamente sobre tus hombros o tu cabeza
Pero tú, precisamente cómoda, no estás. Porque aunque tus hombros queden justo a la medida ideal para que tus amigos los utilicen como reposabrazos, a ti te suele dar mucha rabia.
10. Te dan ganas de sacar el lanzallamas cada vez que alguien te hace esto:
Y probablemente estas no sean todas las situaciones con las que te identifiques: camisetas que te quedan como vestidos, niños que son más altos que tú, el esfuerzo que sufren tus piernitas cuando intentas seguir el ritmo de otra persona, viajar en metro y no llegar a la barra del techo para agarrarte... Te suena, ¿verdad?
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