Todas las mujeres que se quedan embarazadas tienen miedo. Miedo a tener un aborto espontáneo en el primer trimestre (algo que ocurre en el 30% de embarazos), temor a que se adelante el parto, preocupación por el correcto desarrollo del bebé, pánico antes del alumbramiento, recelo ante dar el pecho, terror de no ser una buena madre… El miedo a lo desconocido, al sufrimiento, a perder a un ser querido, es un sentimiento natural y nos pone en alerta ante una situación de peligro. Sin embargo, si ese aviso de precaución es desmedido, aparece la ansiedad, que hace que dejemos de ver las cosas como son y las exageremos.
Hay decenas de artículos en Internet que tratan el tema de la ansiedad y el embarazo. Si cualquier futura mamá tiene infinidad de miedos durante los nueve meses de embarazo, imaginen la psicosis de una madre que pasa por un embarazo de alto riesgo. O lo que es lo mismo por un embarazo donde hay, además de los normales, ciertos factores excepcionales que complican la salud de la madre y/o la del bebé. Es decir, embarazos con preclampsia, placenta previa o incompetencia cervical, por poner algunos ejemplos.
Yo puedo hablar de los miedos que tiene una madre que sufre incompetencia cervical. Como dijimos hace unas semanas en esta misma web, se trata de una incapacidad del cuello del útero, que se dilata de forma pasiva conforme el bebé gana peso, provocando un parto prematuro en el segundo trimestre de embarazo. A los riesgos normales de una gestación, se añaden una operación (cerclaje), el sufrimiento físico y psicológico del reposo absoluto, la incertidumbre de si el cérvix se está acortando o no o de si los dolores de espalda puedan ser contracciones.
Una madre con un embarazo de alto riesgo suele ser una madre emparanoiada, incapaz de olvidarse de su situación de alto riesgo y que atribuye cualquier achaque con un problema en el desarrollo de su embarazo, ya sea la molestia sentida o figurada. Algunos médicos, los menos empáticos, se olvidan de esa psicosis y riñen a las mujeres exageradas cuando van a urgencias un domingo porque notan a su bebé demasiado bajo en el vientre, como si el problema estuviera a la altura de acudir por haberse comido una lechuga sin lavar o un trozo de queso no pasteurizado. El mayor reto que tiene una embarazada con una situación complicada, es tratar de olvidarse de esa situación, pensar que hay poco que una pueda hacer más allá de seguir los consejos de su médico y encomendarse a algún santo para que le ayude desde lo alto.
Desviar la atención hacia otras cuestiones de la vida ayuda a olvidarse del embarazo. Encontrar algún pasatiempos, que bien puede ser construir puzzles, tejer o jugar a un videojuego, aleja la imaginación del que en realidad es el problema central. Ponerse pequeñas metas, como llegar a tal o cual semana; hacerse un horario, tanto de dormir como de comer o de visitas, también ayuda a controlar el miedo. El tiempo libre es el peor aliado de la imaginación, sobre todo cuando hay un problema sobre el que ella puede volar ampliando sus dimensiones hasta crear un ser espantoso.
El embarazo es una situación temporal y todos los miedos, tarde o temprano, se vencen. Cuando uno proyecta una situación desde la ansiedad, genera un monstruo del que solo quiere escaparse. Es mejor despedazar ese gigante en pequeños enemigos que irás venciendo a lo largo de un camino que, antes o después, habrás terminado de andar.
Contenido elaborado por Paula Zubiaur Autora del blog Embarazo con cerclaje
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