El París haussmaniano de la mente, de los libros, las películas y los teatros. Laurent Chéhère rescata un París del pasado, cuyo encanto ha sido formateado por el tiempo y que ya sólo flota en nuestra mente. Al hacerlas volar, sus casas abandonan el anonimato, aisladas de su hábitat natural y fuera del conjunto de fachadas donde apenas logramos atisbarlas. Una por una descubrimos su belleza poética, y sus puertas y ventanas nos invitan a asomarnos a su más honda intimidad.
¿Es la suya una imaginación galopante, una ensoñación inusitada o trata simplemente de hacer felices a sus contemporáneos?
Tengo mucha imaginación, alimentada por todas mis referencias fotográficas, literarias, cinematográficas, históricas...
¿Hace usted todo lo que le apetece sin preocuparse por su estatus en el mundo del arte?
A priori sí, aunque cuando trabajo con galerías debo tener en cuenta su calendario.
¿Cómo utiliza en su trabajo el lenguaje publicitario?
Me interesan su metodología y espíritu de síntesis.
¿Dónde podemos situarle dentro del sistema del arte contemporáneo?
Eso le corresponde a usted decírmelo.
Su técnica fotográfica y de retoque es evidente y su imaginación no parece reducida por la realidad.
El retoque hace posible lo imposible.
LETTER
Alguien muy avispado dijo un día que el hombre se hacía artista para intentar curarse. ¿Es su caso?
No. Para mí el arte es simplemente un medio de transporte de mi imaginación.
Sus casas volantes son fascinantes: la quintaesencia de la fantasía y el humor. ¿Cuál es el origen de esta idea y cuál el objetivo?
Me inspira la visión poética del viejo París con influencias de películas como Howl’s Moving Castle de Hayao Miyazaki, The Red Balloon de Albert Lamorisse, Wings of Desire de Wim Wenders, Federico Fellini… En los barrios de Ménilmontant, Belleville y Pigalle me llamaron la atención los inmigrantes africanos, los gitanos, el antiguo circo, los cines eróticos, los hoteles decrépitos… Ese fue el punto de partida. Yo presento mis imágenes en formatos muy grandes, dejando al espectador descubrir los detalles: graffiti, anacronismos, personajes, ventanas, referencias a músicos o películas… Y todo ello con una doble lectura, con una historia cercana y otra inalcanzable.
Sus casas son muy ricas en detalles. ¿Cuánto tiempo le toma crear cada imagen?
Depende, entre una semana y un mes de retoque. En primer lugar dibujo la forma de la casa y luego fotografío los elementos que necesito: muro, tejado, tuberías, chimenea, cielo, personajes… Por último lo pongo todo junto.
¿Hace usted arte divirtiéndose?
Sí. Esa es una buena definición de lo que hago.
¿Es la genialidad de nuevo un criterio en el arte?
No, desgraciadamente el baremo sigue siendo pecuniario.
¿En qué cielo estaría situada su ciudad imaginaria?
Al final del día, en un cielo con grandes nubarrones.
¿Quiénes son sus referencias, sus maestros?
En desorden: Ayaho Miyazaki, Wim Wenders, Marcel Carné, Sydney Pollack, Terence Mallick, Cocteau, Albert Robida, Julio Verne…
¿Los títulos de sus obras pueden dar indicios al espectador?
Sí, pero con dobles lecturas. Por ejemplo: ‘Naturaleza muerta’ es el nombre de un género artístico, pero en sentido literal hace alusión a los animales disecados de un taxidermista.
¿Todas sus obras poseen un poder de seducción equivalente?
Su potencia visual depende del espectador. Cada persona ve lo que quiere ver.
En cada una de sus casas hay mucha felicidad, todo es muy comunicativo y de un optimismo vital y necesario en este momento. ¿Está usted de acuerdo?
No en todas. Algunas como ‘La Grande Illusion’ son una metáfora de la odisea que viven los inmigrantes africanos, de su frágil embarcación y su destino al llegar a Francia: un edificio vetusto y peligroso. Es también el caso de la caravana de gitanos que fotografié en la periferia de París. Aunque a la gente le atrae esta imagen porque ven en ella un espíritu bohemio y de libertad, nadie quiere caravanas en su calle porque son sinónimo de pobreza. Me interesé mucho por ellas e hice un reportaje en Rumanía y en el Sur de Madrid cuando las autoridades destruyeron el mayor poblado de Europa, de 30.000 personas.
Desde hace quince años la burbuja artístico-financiera tiene un interés especial por el kitsch, el cinismo, lo espectacular, lo efímero, incluso por lo indecente… Pero el arte contemporáneo no se reduce a eso: ¿qué piensa usted?
Eso no me interesa. De todas formas, a partir del momento en el que los marchantes de arte deciden quién es artista, tenemos un problema.
Siempre nos preguntamos qué busca el artista contemporáneo. ¿Qué busca usted?
Buena pregunta. Supongo que busco la libertad de expresión.
www.laurentchehere.com
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