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La dismorfofobia

por El equipo editorial ,
La dismorfofobia

Tener pequeños complejos es normal, pero cuando se convierten en una obsesión, a lo mejor se trata de una patología, concretamente de dismorfofobia. Tras este término de sonoridad bárbara se esconde la convicción de sufrir una deformidad física, una deformación, fealdad. ¿Cómo se diagnostica? ¿Cómo se diferencia de un simple complejo? Y, sobre todo, ¿cómo se cura? Te lo explicamos todo.

>Una fobia diferente al resto
La dismorfofobia es el miedo irracional al propio cuerpo. La persona afectada sufre una alteración inconsciente de la imagen de su cuerpo, está convencida de que está deforme y, sobre todo, que los demás sólo ven dicha deformidad y hablan de ello a sus espaldas. En general, los enfermos tienen una constitución normal y sus defectos son puramente imaginarios. Si tal defecto existe, el complejo que éste le ocasiona es en todo caso desmesurado, pues los dismorfofóbicos no se ven feos, se ven como monstruos y temen horrorizar a los demás. La anorexia es una forma extrema de dismorfofobia: no importa el peso del enfermo, siempre se encuentra demasiado gordo.

>¿Quién está afectado por esta enfermedad?

La dismorfofobia afecta tanto a hombres como a mujeres. Según algunas investigaciones estadounidenses, la sufren 1 de cada 50 personas. Sin embargo, los adolescentes y los adultos jóvenes son los más numerosos.

>¿A qué parte del cuerpo afecta esta enfermedad?
A todas. La obsesión puede focalizarse en una parte o en varias. Las más frecuentes suelen ser el aspecto de la piel (sobre todo el acné), la forma de la nariz o el pelo, así como los órganos genitales o la musculatura, en el caso de los hombres.

>Una enfermedad difícil de diagnosticar
Las causas son difíciles de determinar. Normalmente suele ser ansiedad que se expresa mediante la focalización en una parte del cuerpo. Esta enfermedad sigue siendo casi desconocida y, como consecuencia, poco diagnosticada. A menudo se confunde con otros problemas del comportamiento como los POC (problemas obsesivo-compulsivos), la fobia social o el simple complejo.
De hecho, es importante saberla diferenciar de una «mala aceptación» menor de la imagen del cuerpo, por ejemplo, el caso de las adolescentes que viven muy mal el tema del acné durante un corto período de tiempo. Además, una aparente dismorfofobia puede tratarse, en realidad, de una anorexia mental o de un síntoma depresivo.

>Los comportamientos cotidianos
El espejo: El enfermo mantiene una relación tortuosa con el espejo y con cualquier superficie en la que pueda reflejarse. Escruta hasta el más mínimo detalle en lugar de fijarse en el conjunto. Cuanto más compulsivamente se mira, más evita observar su reflejo. En el peor de los casos, puede llegar a pasar un día entero bloqueado ante su imagen. Hay personas, incluso, que se reafirman inspeccionándose en diferentes espejos, variando la iluminación, etc.
Las fotos: Salir quieto en una foto es algo difícil, a veces casi imposible. Algunos afectados incluso renunciarían a viajar por verse incapaces de renovar su foto del pasaporte. En otras fases compulsivas sucede lo contrario, llegan a sacarse miles de fotos con la esperanza de encontrar una que les guste y que calme, temporalmente, su angustia.
La comparación con los demás: Siempre compara la parte el cuerpo que le supone un problema con la de las personas que lo rodean. Igual hace con las fotos de las revistas, que analizan con atención. Además, el modo de observar a los demás es bastante más indulgente que el que se aplica a sí mismo.
Evidentemente, disimula al máximo su supuesto defecto y se pasa horas y horas en el baño camuflándolo antes de enfrentarse al mundo exterior.

>Las repercusiones
La dismorfofobia genera mucha angustia, así como problemas de concentración. Puede convertirse en una auténtica dificultad social y profesional. En sus formas más graves, se habla de «fobia social» en la que el enfermo se aísla y evita el contacto con el exterior.
Otras consecuencias posibles pueden ser el alcohol, los ansiolíticos, la anorexia o la bulimia, el sueño excesivo, la automutilación, etc. A menudo esta enfermedad acaba en una depresión crónica e, incluso, puede desembocar en un intento de suicidio en el 25 % de los casos.

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>Los tratamientos
Si escuchamos al enfermo, la cirugía estética sería el remedio milagroso. Esto es falso pues el defecto no es físico sino imaginario. En la mayoría de los casos, tras la operación, el paciente se vería aún más horrible, en el mejor de los casos sólo desplazaría el problema hacia otra parte del cuerpo.
Diagnosticada lo antes posible, esta enfermedad se cura muy bien. Las terapias cognitivas y de comportamiento han conseguido resultados. La sofrología también puede ser de gran ayuda. Y en el contexto de un seguimiento médico, se pueden prescribir algunos antidepresivos.

El equipo editorial
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