Estoy demasiado gorda, no tengo dinero, me siento tonta… ¿Quién no ha pensado nunca algo así? Aunque algunos complejos parecen más o menos dominables y pasajeros, otros, en cambio, pueden arruinar fácilmente la vida y parecen invencibles… Entonces, ¿de dónde vienen los complejos? ¿Cómo nos podemos liberar de ellos? Descubre nuestros consejos.
Definición
La Real Academia Española de la lengua define el complejo así: “Conjunto de ideas, emociones y tendencias generalmente reprimidas y asociadas a experiencias del sujeto, que perturban su comportamiento”. Desde un punto de vista psicológico, el complejo se traduce por una focalización sobre un defecto real o imaginario, físico o psicológico. La persona acomplejada posee una imagen deformada de ella misma.
Se distinguen varios tipos de complejos: los complejos físicos, psíquicos y sociales.
> Los complejos físicos: afectan más a las mujeres que a los hombres, ya que éstas sufren una mayor presión sobre su imagen por parte de una sociedad que se ha volcado totalmente en el culto a la apariencia. Se sienten obligadas a estar bellas y seductoras en cualquier circunstancia. Entre las mujeres, los complejos generalmente conciernen al cuerpo, y menor medida a la cara; a menudo tienen que ver con en el peso, los pechos, el vientre o incluso las nalgas.
> Los complejos psíquicos: pueden derivar de una falta de cultura, de inteligencia, de vivacidad.
> Los complejos sociales: tienen que ver con el ámbito del dinero, de la profesión o de los orígenes…
Causas que nos remontan a la infancia
Los complejos están relacionados con presiones y errores por parte del entorno familiar que, más o menos conscientemente, impone al niño un modelo de perfección. Los complejos están fuertemente relacionados con la autoestima.
Por otra parte, nacen de comparaciones. Estos puntos de comparaciones han cambiado en relación con otros tiempos. Antes, concernían a los más allegados (los padres, los vecinos). Actualmente, se articulan alrededor de las imágenes vehiculadas por los medios de comunicación, que dictan su ley y contribuyen exacerbando este sentimiento de inferioridad.
Por último, las personas acomplejadas a veces dan prueba de una predisposición al perfeccionismo: se niegan inconscientemente a formar parte de la media, a ser normales…
Estoy acomplejada… ¿Soy normal?
Por supuesto que es humano tener complejos. Y lo es por una simple razón: la imperfección es humana, y es normal tener consciencia de ella. Lo que importa es la estrategia establecida para vivir con ella. Algunas personas deciden obedecer al complejo e intentan hacer lo que sea para disimular sus defectos. Otras se lanzan a una carrera sin tregua por conseguir la perfección, para intentar compensar sus puntos débiles. La mejor solución es la aceptación de nuestras imperfecciones. Esto no significa que tengamos que renunciar a corregir nuestros defectos, sino que lo hagamos con serenidad.
¿Cuándo hay que preocuparse?
Respecto a los complejos físicos, en los casos extremos, la obsesión puede derivar en patología. Hablamos entonces de dismorfofobia. Se trata del miedo a exponer las deformidades del cuerpo y, sobre todo, la incapacidad de ver el cuerpo tal y como es. La persona acomplejada se mira al más mínimo detalle y no consigue apreciarse en su conjunto. Tampoco se ve como un ser humano, sino como un objeto que hay que retocar.
El riesgo es que este malestar paraliza las acciones de la vida diaria: nos prohibimos ir a la playa porque no asumimos nuestro cuerpo, nos negamos a llevar sandalias porque no nos gustan nuestros pies... Cuando se concede demasiada importancia a un complejo, nos encerramos en nosotros mismos y nos persuadimos de que esta imperfección es la causa de todos nuestros fracasos. Esta falta de confianza en uno mismo es normal en la adolescencia, pero toma una dimensión muy diferente cuando este problema se produce en la edad adulta. Puede conducir fácilmente a la depresión. Entonces, sólo hay una solución: el psicoanálisis.
¿Cómo vencer los complejos?
> Ante todo nos tenemos que permitir ser imperfectos y renunciar a querer gustar a todo el mundo a cualquier precio. Otra necesidad: transformar las diferencias en ventajas y centrarnos en lo que hacemos bien. Potencia los sectores profesionales en los que tienes confianza en ti misma. Aprende a mirarte al espejo para verte como persona, y no para comprobar si tu nariz es larga o si tus caderas parecen siempre tan redondas. Piensa que el encanto nace del olvido de uno mismo, al contrario que la belleza física.
> Saber escoger a tus allegados también es primordial, es decir, personas que te aceptan por cómo eres. Pero también es importante saber escucharlos y no empeñarse en sus falsas convicciones. Tener una buena opinión de uno mismo: aquí está la base sólida para una nueva partida.
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En último recurso:
Consultar a un profesional es factible si el peso de tus complejos se vuelve demasiado importante. La terapia cognitiva y conductista (TCC) pretende modificar el comportamiento del paciente, centrándose en los síntomas, únicamente a través de juegos de papeles y de relajación. Para realizar un trabajo de fondo, hay que optar por el psicoanálisis. Ayudará a comprender las causas de esta inseguridad y también permitirá analizar qué imagen ideal se ha impuesto de uno mismo y por qué razones.
Por último, la cirugía estética puede ser una solución en algunos casos. Sin embargo, algunas personas siempre se verán feas después de pasar varias veces por quirófano, aunque la operación se haya realizado con éxito. Incluso se podrán inventar nuevos defectos. Esto es la prueba de que todo tiene que ver con la autoestima.