Conocida en el mundo entero, la pizza es originaria de Nápoles. Etimológicamente hablando, la palabra está compuesta por el participio “pinsa”, del verbo latín “pinsere”, que significa “aplastar”. El principio es muy sencillo: masa de pan extendida hasta lograr una forma redonda o rectangular, recubierta de varios ingredientes y horneada. Se toma como plato único, entrante o aperitivo y se consume durante todo el año sin importar la ocasión
Infinidad de pizzas
Cuando descubrimos que las primeras pizzas eran completamente blancas, con aceite de oliva y ajo y que las que llevan tomate sobre la base no aparecieron hasta el siglo XVI nos quedamos con la boca abierta. Fue entonces cuando la receta se internacionalizó hasta el punto de que hoy en día cada país las elabora con sus ingredientes más representativos; de ahí que encontremos pizzas saladas, dulces, rellenas, etc. Pero no sólo eso, además, cada restaurante domina sus especialidades. Visto lo visto, podemos afirmar que la evolución de la pizza ha sido espectacular, sobre todo cuando recordamos que, al principio, las variedades sólo eran tres: la blanca, con aceite de oliva y ajo, la marinera, con tomate, ajo, aceite y orégano y la margarita, con tomate, mozzarela y aceite de oliva.
La receta de la masa
Esta masa contiene los mismos ingredientes que la del pan: harina, levadura de panadería, agua, sal y aceite. Mezcla 250 g de harina de trigo con una cucharadita de sal. A continuación, añade una bolsa de levadura deshidratada y 15 cl de agua tibia. Finalmente, 3 cucharadas soperas de aceite. Amasa la mezcla durante 5 minutos y cúbrela con un trapo para que crezca en un lugar caliente como el horno, que deberás haber precalentado a 30° C. Notarás que está lista cuando haya alcanzado el doble de su volumen inicial.
La receta de la salsa de tomate
Hay pizzas, sobre todo las más conocidas, que se elaboran con su propia salsa de tomate: tras sumergir 3 tomates en agua hirviendo, pélalos, córtalos por la mitad a lo largo y quítales las pepitas. Retira la carne con la ayuda de un cuchillo. Corta un diente de ajo y parte una cebolla en juliana. Añade estos ingredientes al tomate y pásalo todo por un wok a fuego lento hasta que se forme la salsa. Cuando esté bien hecha estará lista para extenderla sobre la masa.
La pizza margarita
Prueba la pizza más auténtica: cuando la masa haya subido, coloca una lámina de papel sulfurizado sobre la bandeja del horno y rocíala con un poco de aceite. Extiende la masa con las manos, o con la ayuda de un rodillo, hasta conseguir una forma redonda. Decórala con el tomate triturado y añade sal, orégano e introdúcela en el horno bien caliente. Cuando esté hecha, ponle la mozzarela desmigada y déjala en el horno durante un minuto más, el tiempo justo para que el queso se funda. Antes de servirla, échale un poco de aceite de oliva y unos trocitos de basilisco.
Hacer la pizza
Existen dos métodos para hacer una pizza. El más conocido y práctico es en el horno. Cuando la pizza esté preparada sólo debes introducirla en el horno a una temperatura de 180° C (termostato 6) durante, por lo menos, unos 25 minutos. Si tienes la suerte de disponer de un horno de leña, deberás retirarla al cabo de 15 minutos, como máximo. Recuerda que tendrás que ir sacando la masa de vez en cuando para que no se queme por la parte inferior.
Las otras pizzas
En la carta de las pizzerías encontramos infinidad de especialidades italianas que funcionan con el mismo principio. Entre ellas llaman la atención la focaccia, un pan llano italiano con aceite y relleno de olivas o tocino. La calzone, en cambio, es como una gran zapatilla; la masa se dobla como si de una media luna se tratara y se rellena con mozzarela y tomate.
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