Artículo elaborado por Miriam Escacena
¿Alguna vez te has parado a pensar qué siente un niño cuando le hablamos desde nuestro “mundo de gigantes”? Muchas veces hacemos preguntas automáticas del tipo “qué tal te ha ido hoy en el colegio” o “¿lo has pasado bien?” mientras vamos caminando, prestando atención a lo que sucede en la calle, pensando en la lista de la compra o incluso conduciendo.
Luego nos quejamos de que nuestro hijo o hija “no nos cuenta nada”, pero ¿sienten que realmente nos interesa su respuesta o más bien les suena a pregunta retórica? Ha llegado la hora de practicar la escucha activa, de dirigirnos a la infancia con la empatía suficiente para que nuestros niños se sientan realmente escuchados.
La primera vez que se hizo alusión a este concepto fue en 1957, gracias a los trabajos de los psicólogos estadounidenses Carl Rogers y Richard E. Farson. Hoy en día se emplea con excelentes resultados en campos como la enfermería, la psicoterapia y la resolución de conflictos, y es una excelente forma de fomentar vínculos afectivos en la familia. La escucha activa es una técnica de comunicación humana que comprende una serie de comportamientos y actitudes que preparan al receptor a escuchar, a concentrarse en la persona que habla y a proporcionar respuestas. Implica mostrar respeto y disponibilidad hacia la persona que habla, así como interés por sus emociones y sentimientos. Aplicarla con nuestros niños es muy sencillo, pero a veces la obviamos porque vivimos en una sociedad adulto centrista en la que además siempre tenemos prisa.
¿Y si paramos y conectamos?
Basta con que nos tomemos un tiempo calmado a la hora de hablar con nuestros hijos y busquemos esa conexión emocional. Del mismo modo que si estamos sentados en la mesa de la oficina y viene alguien a hablarnos nos levantaríamos para estar a la misma altura, podemos hacer este ejercicio “al revés”, y agacharnos cuando queremos dirigirnos a un niño.
La prueba más evidente de que estamos escuchando con toda nuestra atención es el contacto visual, por esta razón, cuando colocamos nuestros ojos a la misma altura es como si estuviéramos “mirando hacia dentro”, trasmitiendo el mensaje de “te escucho, y quiero saber cómo te sientes”, lo que aporta seguridad al niño y potencia su sentido de pertenencia a la familia, tan importante en los primeros años de vida.
El Príncipe Willian es un gran ejemplo de esta actitud, ya que en numerosas ocasiones podemos ver cómo se agacha siempre para dirigirse a su hijo George, incluso saltándose en alguna ocasión el protocolo oficial, como sucedió en el desfile aéreo de las Fuerzas Armadas que se celebró con motivo del 90 cumpleaños de la reina.
Beneficios de practicar la escucha activa
El Dr. Mehrabian, psicólogo y profesor de Universidad de Ucla, asegura que solo el 7% de la comunicación es verbal, mientras que el 38% corresponde a la voz (entonación, proyección, resonancia, tono, etc) y el 55% restante al lenguaje corporal (gestos, posturas, movimiento de los ojos, respiración. etc).
Por tanto, de poco nos sirve pedirle a nuestro hijo desde otra habitación que recoja los juguetes o que nos diga si ya tiene hambre para cenar, ya que nos estaremos perdiendo más de la mitad de la información. No cuesta tanto dejar aquello tan importante que estamos haciendo tan solo unos minutos, acudir tranquilamente al lugar donde se encuentra nuestro pequeño, y agacharnos a su altura para preguntarle cómo está o explicarle que necesitamos que haga alguna cosa.
- Al ponernos a su altura colocamos todo nuestro cuerpo en disposición de atender
- Podemos establecer una conexión visual tipo “eye to eye” (una de las herramientas de la Disciplina Positiva)
- Aportamos una sensación de confianza y seguridad
- Nos permitimos estar en el presente con atención plena (no escuchar mientras pensamos otras cosas como solemos hacer)
- Podemos prestar atención a toda la comunicación no verbal recibiendo el mensaje de una forma mucho más rica
- Identificamos más fácilmente las emociones
- Mostramos empatía (y los peques aprenden por imitación)
Además, cuando interiorizamos hablar así a nuestros niños, ellos lo grabarán como modelo de comunicación basada en el respeto, y crecerán como adultos seguros de sí mismo, teniendo muy claros sus valores, fomentando también la comunicación no violenta.
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