1-Marcar los objetivos con propiedad
El peor error es poner el listón demasiado alto. Recuerda: no existe un peso ideal, sino un peso adecuado para cada uno, en función de la corpulencia, el metabolismo, la herencia, los episodios hormonales (embarazo, menopausia...). Al querer perder demasiado, uno se expone a ganar peso rápido, es el efecto yo-yo. Por lo tanto, antes de empezar un régimen, hay que identificar el peso de equilibrio, en el que uno se sienta bien y se pueda mantener sin frustraciones.
2-Asegurarse de su motivación
No hay que perder peso para gustar a los demás, sino por uno mismo, por el bienestar y la forma. Es inútil obsesionarse con los kilitos de más si estás bien con tu cuerpo y no tienes problemas de salud. Un régimen es duro: realmente hay que tener ganas de adelgazar antes de lanzarse.
3-Elegir el momento apropiado
Seguir un régimen quiere decir poner entre paréntesis ciertas costumbres y ciertos placeres. Antes de empezar, es necesario asegurarse que se está disponible tanto en la mente como en el horario. Ni hablar de restricciones cuando, por ejemplo, te vas de vacaciones 2 semanas, tienes una fiesta al día siguiente o atraviesas un período de estrés o de depresión.
4-Identificar los errores
Las soluciones se encuentran buscando las causas de la ganancia de peso (errores alimentarios, regímenes repetidos, desestructuración de los ritmos alimentarios, cambios bruscos de modo de vida, factores medioambientales, sedentarismo...). Hay que centrarse en el problema para restablecer la situación.
5-Encontrar el método adaptado
Disociado, hipocalórico, sustitutivos de comidas... ¡Existen tantos regímenes diferentes que una vida no bastaría para seguirlos todos! Sea el que sea, los milagros no existen. Cada uno tiene sus argumentos, sus ventajas y sus inconvenientes. Lo esencial es elegir uno que garantice el equilibrio alimenticio y que corresponda a tu modo de vida (comidas fuera de casa, hijos...) y a tus necesidades (mucha hambre, sobrepeso importante...).
6-Mantenerse en el buen camino
Nada de seguir un régimen de aficionado: no te controlas un día para pasarte al día siguiente. No hay nada peor para el organismo, ya que se desorienta y pasa al modo ralentizado y empieza a almacenar. Para hacerlo bien, hay que seguir escrupulosamente las indicaciones y la duración del método escogido.
7-Conseguir la estabilización
El período que sigue un régimen es realmente el más difícil. Para perder peso, hacen falta aportaciones energéticas inferiores a las consumidas. Para estabilizar, hay que encontrar el equilibrio entre las aportaciones y el consumo. Una vez conseguido el peso deseado, la estabilización, el período bisagra, consiste en ir “tanteando" para conseguir este ajuste.
8-Cambiar los hábitos de forma duradera
Una vez conseguido el objetivo, ni hablar de retomar los malos hábitos de antes, como saltar comidas, poner mantequilla en las pastas o comer chocolate delante de la tele. Hay que reaprender a comer de forma sana, según los principios de base del equilibrio alimenticio. Si no, ¡la recuperación de los kilos está asegurada!
9-Verificar y rectificar a la menor señal de alerta
Es inútil centrarse en el peso una vez acabado el régimen. En función de las hormonas, de la retención de líquidos, de la alimentación de los últimos días, etc., esta medida puede variar de un día a otro. Para evitar malas sorpresas, es preferible pesarse una vez a la semana, siempre a la misma hora y con la misma ropa. En caso de recuperación de peso, deja unos días las grasas y los dulces.
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10-Moverse
La pérdida de peso no es completa sin actividad física: moverse, aunque sin hacer deporte propiamente dicho (subir escaleras, caminar...), implica asegurarse un gasto energético que permite conservar el peso de forma duradera.