Artículo elaborado en colaboración con Gratix
La Navidad terminó, ya hemos guardado hasta el año que viene las figuritas del Belén y el árbol con todas sus luces y adornos. Regresamos a la rutina tal vez con algún kilito de más tras la multitud de cenas, comidas y celebraciones varias, y también con los nuevos regalos que nos han traído los Reyes y Papá Noel. Un bolso (aunque casi todos los que tenemos están como nuevos), unas deportivas (un antojo, ciertamente; las que teníamos estaban aún perfectas), dos libros (a este paso, no nos caben en la estantería)… ¿Y los niños? Juguetes y juegos de todo tipo que no sabemos ya dónde guardar, y lo que es peor, tampoco cuánto van a utilizar. Como los del año pasado, con los que habrán jugado apenas dos veces…
Según un reciente informe de ALDI sobre el juego infantil, la mitad de los niños dedican menos de una semana a jugar con un juguete nuevo y, de ellos, casi un tercio le dedica un solo día. El resultado es que Sus Majestades de Oriente se habrán gastado una importante suma de dinero en algo que termina a los pocos días cogiendo polvo en estanterías, armarios y trasteros sin apenas haberse utilizado.
Y con nuestras cosas ocurre lo mismo: llega un momento en que tenemos que hacer limpieza de armarios para que nos quepa todo, y porque además hay cosas que ya no usamos: bolsos (tenemos muchos más de los que necesitamos, pero les tenemos cariño y nos cuesta deshacernos de ellos), zapatos que ya no nos apetece ponernos pero están impecables; sudaderas, pañuelos, gorros, bufandas en ingentes cantidades a los que no damos salida…
¿Qué hacer con todo eso? Tirarlo es una locura. ¿Cómo lo vamos a tirar, si está nuevo? Algunas veces tenemos algún familiar o amigo cercano que puede aprovecharlo, otras lo donamos a una asociación solidaria, y en muchos casos simplemente lo dejamos estar porque no sacamos el tiempo necesario para hacer esa ‘limpia’ que nuestros armarios tanto necesitan.
Pero seguimos comprando y comprando cosas que en realidad no nos hacen falta, y la próxima Navidad entrará en casa una nueva oleada de productos que sustituirán a otros, acumulando más y más pertenencias sin sentido, ampliando un problema mucho más serio que esa falta de espacio: el exceso de producción de bienes, con su correspondiente consumo de materias primas, generación de plásticos y envoltorios, aumento de residuos y desechos, y de emisiones de CO2. En definitiva, un estilo de vida vinculado a unos hábitos de consumo que no solo generan un gasto económico elevado, sino también un impacto negativo en el medio ambiente.
Reutilizar en vez de comprar
La alternativa para resolver de una tacada todos esos problemas, o al menos minimizarlos en gran medida, sería una apuesta generalizada por la economía circular, por reutilizar más y producir menos. No es algo fácil de implantar masivamente, pues hay muchos intereses económicos en juego, pero sí es posible empezar a practicarlo de forma individual. Y este momento de reorganización de armarios es perfecto para ello.
Seguramente a muchos niños les encantaría jugar con esos juguetes olvidados por nuestros hijos, y en las estanterías, armarios y trasteros de otros niños habrá juguetes que desearían tener los nuestros. Entonces, ¿por qué no poner todos ellos en un circuito de reutilización del que poder tomar aquello que deseamos y, al mismo tiempo, que otros puedan tomar lo que nosotros tenemos y ya no usamos? ¿Cuánto dinero podrían ahorrarse las familias si en vez de comprar todos los regalos que sus hijos piden a los Reyes (y que dejarán de usar a los pocos días) trataran de hacerse con ellos entre los que otros niños han dejado de lado?
Regalando aquellos juguetes que ya no se utilizan y pidiendo aquellos que se desean es posible dar una segunda vida a piezas que fueron la ilusión de un niño en las navidades pasadas y destinar ese ahorro a otras cosas que aprecien más los pequeños, como una actividad de ocio con sus padres (ir al cine, una merienda especial...), un capricho que utilice en su día a día (ropa, material escolar, etc.) o guardarlo para ese deseado viaje en familia.
Y lo mismo podemos hacer con esos otros objetos que los adultos hemos dejado de utilizar. El bolso que habíamos dejado de utilizar le puede venir de maravilla a otra persona, tenemos muchas ganas de leer un libro determinado y en vez de comprarlo, otra persona nos lo puede regalar, como nosotros podemos regalar otro título a otro apasionado de la lectura. La guitarra que nunca llegamos a aprender a tocar, el cuadro que ya no nos pega en el salón, las botas de esquiar a las que ya hemos renunciado… Cualquier producto en buen estado puede tener una segunda vida si cae en las manos que realmente sepan valorarlo.
Consumo responsable
¿Pero cómo podemos introducir esos productos en el circuito de la economía circular? Precisamente, con el fin de contribuir a cambiar los hábitos de consumo de la sociedad e impulsar la reutilización y el consumo responsable frente al consumismo indiscriminado, hace unos meses se presentó Gratix. Se trata de una app con la que cualquier usuario puede regalar aquello que tiene en casa y ya no usa a alguien que realmente lo necesite, y también puede formular un deseo para conseguir algo que está buscando porque le hace falta.
No estamos hablando de beneficencia, sino de un modo de entender la vida. Las personas que utilizan esta plataforma seguramente tienen dinero para comprar ese producto, pero por concienciación con la sostenibilidad y el cuidado del planeta prefieren intentar conseguirlo a través de la reutilización. Practicando un consumo responsable no solo sale ganando nuestra economía familiar, sino que también estamos aportando nuestro grano de arena al medio ambiente y la economía sostenible, evitando malgastar recursos, ahorrando emisiones en procesos productivos y limitando la acumulación de residuos.
Si podemos conseguir eso que necesitamos sin gastar nuestro dinero, ¿por qué comprarlo? Reservémoslo para aquello realmente importante, dándole más valor al acto del consumo en sí mismo. Y si algo que tenemos y no usamos para nada le puede venir bien a alguien, ¿por qué no regalárselo, sabiendo que con esa persona va a encontrar la segunda vida que merece? Regalar te hace sentir bien, y que te regalen siempre es motivo de alegría; y este círculo positivo genera buen karma, y el buen karma hace que te pasen cosas buenas… ¿Qué mejor manera de empezar el año?
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