La radiación solar se compone de radiación visible e invisible. La fracción invisible de la luz, representada por los rayos ultravioleta A (UVA) y ultravioleta B (UVB) es la causante de la mayoría de los problemas de piel. Hay 9 tipos de rayos UV, pero sólo los A, B y en menos cantidad los C, llegan a la superficie terrestre provocando daño en nuestra piel principalmente, aunque también puede dañarse nuestros ojos.
Los rayos UV son más intensos y dañinos en verano cuando el sol está más próximo a la Tierra, en latitudes cercanas al ecuador y en zonas elevadas como las montañas. Hay que tener en cuenta que hay factores externos que también pueden variar su intensidad, como la presencia de agua, nieve o cristal que lo intensifica o la ropa oscura o las nubes que pueden disminuirla, aunque no siempre.
La radiación ultravioleta A es la que alcanza la Tierra con más intensidad y puede penetrar nuestra piel más profundamente. Es la causante principal del bronceado y con ello del envejecimiento prematuro de la piel, y la aparición de arrugas y manchas con el paso de los años. Además también interviene en la producción de determinados tipos de cáncer de piel debido a que puede alterar el ADN de las células.
El bronceado, aunque se piensa que es un signo de buena salud, realmente se trata de una defensa natural de la piel ante el sol, la cual genera mucha melanina para que actúe a modo de sombrero protegiendo los núcleos de las células donde se guarda el ADN.
El envejecimiento de la piel viene marcado por la aparición de arrugas y manchas más o menos visibles según la genética y la exposición solar. Aquellas personas que se expongan de una forma intensa al sol, presentarán estos signos de envejecimiento de una forma más temprana y más marcada.
La radiación ultravioleta B es más potente que la tipo A, es la principal causante de las quemaduras solares y además tiene una alta capacidad de dañar el ADN de las células de la piel, siendo la más relacionada con los distintos cánceres de piel.
Una quemadura solar muy intensa puede llegar a provocar fiebre, intenso dolor, ampollas e incluso necesidad de ingreso hospitalario para el tratamiento adecuado de los síntomas que puedan derivarse de este daño cutáneo. Aquellas zonas que hayan sufrido quemaduras solares, en el futuro mostrarán signos detectables de ello.
El cáncer de piel es el cáncer más frecuente de todos, pudiendo ser de muchos tipos, pero la mayoría tienen una relación muy estrecha con la exposición solar. Alrededor del 90% de los cánceres de piel aparecen en zonas que han estado expuestas al sol.
Todo lo anterior nos lleva a insistir en la protección solar, no sólo con cremas, sino también evitando exposiciones muy prolongadas, en las horas centrales del día usando ropa, sombreros y gafas que nos protejan también del sol, y recordando que la exposición solar no es algo que sólo ocurre en verano, si no que durante todo el año, mientras estamos al aire libre, realizando deporte o disfrutando de un café en un terraza, nos exponemos a las radiaciones ultravioleta, y todas las radiaciones recibidas, cuentan.
Contenido elaborado en colaboración con la Dra. Cristina de Hoyos, dermatóloga y directora técnica de Clínicas Ceta.
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