Sabemos que los efectos del tabaco en nuestra salud son muy negativos. Entre ellos, es responsable de muchos tipos de cáncer –cuando fumamos, inhalamos más de 4.000 sustancias químicas, de las cuales, según se ha demostrado, 90 son cancerígenas–, puede provocar la obstrucción crónica de los pulmones, aumenta la presión arterial, afecta a la fertilidad y aumenta las posibilidades de sufrir un aborto, y eleva las posibilidades de padecer una enfermedad coronaria. Pero, ¿sabías que además es un agente muy nocivo para tu piel?
Estas son las alteraciones que el tabaco provoca en tu cuerpo
Debido a las sustancias tóxicas que contiene el tabaco y que se inhalan al fumar, empeora el aspecto y salud de nuestra piel, ya que estos componentes son nocivas para las células y desequilibran los procesos de regeneración de la dermis. ¿El resultado? La aparición temprana de arrugas, el tono pálido en la piel, la descamación y sequedad, y la flacidez. En definitiva, provocamos un envejecimiento prematuro de nuestras células.
Sin embargo, tenemos una buena noticia, y es que tú misma puedes prevenir este envejecimiento y conseguir que tu piel se regenere y recupere. ¿Cómo? Efectivamente, dejando de fumar. A continuación, te contamos los cambios que notarás en la piel cuando eches al tabaco de tu vida.
1. Tu piel recuperará la luminosidad y el tono rosado
Cualquiera que fume regularmente debe saber que se tendrá que despedir de la tez y fresca. Dos de los componentes del tabaco, la nicotina y el monóxido de carbono, provocan que nuestros vasos sanguíneos se contraigan, por lo que el tono de nuestra piel se oscurece y nuestro cutis se ve apagado y opaco.
Sin embargo, una vez abandonas el tabaco, el flujo sanguíneo se restablece y los glóbulos rojos vuelven a transportar suficiente oxígeno y nutrientes a las células, por lo que tu piel recuperará su tono rosado y fresco natural.
2. La piel vuelve a estar hidratada
Además de estrechar el diámetro de los vasos sanguíneos, el humo del tabaco también provoca que nuestra piel no absorba oxígeno suficiente, ya que muy finas partículas que se adhieren a la piel y obstruyen los poros. Esto provoca sequedad, sensación de tirantez y descamación de la piel, sobre todo en las zonas más sensibles del rostro, como el labio superior y las comisuras de los labios.
Así, una vez decimos adiós al tabaco, nuestra piel recupera su hidratación natural, se libera de las sustancias nocivas que hasta entonces se depositaban en nuestros poros y recupera su flexibilidad.
3. Desaparecen granitos e impurezas
Las personas fumadoras son más propensas a tener granitos, espinillas y puntos negros. Y, según numerosos estudios realizados, también desarrollan brotes de acné con mayor frecuencia. Todo ello se debe a que la suciedad del humo del tabaco se acumula en sus poros, lo que, sumado a la deficiente oxigenación y a la falta de nutrientes, provoca que nuestra piel quede desprotegida.
Dicho de otro modo, la dermis pierde la capacidad de protegerse contra los agentes nocivos y bacterias del tabaco. Pero, además, los procesos de cicatrización y curación se ralentizan debido a la mala circulación de la sangre, motivo por el que utilizar productos de limpieza y cuidado facial no es suficiente para que nuestra piel se regenere adecuadamente.
4. Retrasas el proceso de envejecimiento de la piel
Si fumas y todavía no has visto ningún rastro de arrugas en tu rostro, es que todavía estás a tiempo. Y es que el consumo de tabaco acelera en envejecimiento de la piel. ¡Estás a tiempo de frenarlo!
La razón de esto es la nicotina, una sustancia que consume los depósitos de vitamina C de la piel y, como resultado, se reduce en gran medida la formación de colágeno nuevo. Así, nuestra piel pierde su elasticidad, se arruga.
Debes saber que, si dejas de fumar, frenarás el envejecimiento de inmediato, pero, en cambio, si tu piel ya tiene arrugas, no será posible revertirlas. Pero no te preocupes, el proceso de envejecimiento de la piel retomará su ritmo natural.
5. Reduces la posibilidad de padecer enfermedades en la piel
Las toxinas contenidas en los cigarrillos y su humo no sólo provocan la aparición de espinillas y arrugas, sino que, además, favorecen el desarrollo de eccemas, enfermedades como la psoriasis o verrugas. La razón de esto es que, como consecuencia del consumo de tabaco, el sistema inmunológico de nuestra piel se debilita, por lo que las bacterias y los patógenos se convierten en agentes aún más agresivos para la dermis.
Así, si las toxinas se absorben a través de las membranas mucosas de la superficie del cutis, esto puede desembocar, en el peor de los casos, en un cáncer de piel.
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