El agua corriente contiene sustancias como cloro, cal o incluso metales pesados que, aunque no seamos conscientes de ello, pueden resultar muy agresivos para la piel, sobre todo en aquellas personas que ya presentan cierto nivel de sensibilidad. De hecho, según Cristina Galmiche, experta en estética y fundadora de un reconocido centro de belleza, hoy en día, hay un porcentaje muy alto de personas que sufren afecciones como dermatitis, rosácea, erupciones o piel reactiva, y para todas ellas, el agua del grifo puede agravar los síntomas.
En su lugar, la experta propone una alternativa más suave: limpiar el rostro con leche limpiadora adaptada al tipo de piel, retirándola con toallitas o pañuelos faciales desechables, evitando siempre la fricción. Este método no solo protege la barrera cutánea, sino que convierte la limpieza en un ritual consciente y delicado.
¿Cuál es la rutina ideal para una limpieza facial efectiva?
Cristina recalca que la limpieza debe realizarse dos veces al día —por la mañana y por la noche— y no solo de forma superficial, sino profunda y respetuosa. Su protocolo consta de tres pasos esenciales:
- Leche limpiadora: elimina impurezas sin agredir.
- Loción calmante: reduce irritaciones y aporta confort.
- Loción equilibrante: afina el poro y exfolia suavemente.
Este ritual no solo limpia, sino que calma, equilibra y prepara la piel para los tratamientos posteriores.
¿Por qué elegir leche limpiadora sobre geles espumosos?
Contrario a la creencia popular, la leche limpiadora es apta para todo tipo de piel, incluso las grasas o más resistentes. Su principal ventaja es que no requiere agua para su retirada, lo que evita la agresión que puede causar el agua y los geles espumosos. "Ayuda a mantener la barrera cutánea fuerte, el pH equilibrado y una textura luminosa", afirma la experta.
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Cómo cuidar de la piel en verano: la rutina que no puede faltar
Aunque la mayoría sabe que la protección solar es indispensable, Cristina advierte sobre la importancia de mantener la piel limpia y oxigenada antes y durante la exposición al sol. "Una piel saturada no se defiende igual frente a las agresiones externas", dice. La rutina de verano debe comenzar con una limpieza suave, pero profunda que respete la barrera cutánea, seguida de una hidratación adecuada y, por supuesto, una protección solar efectiva.
