Una de las primeras veces que me paré a pensar en la situación en la que viven las empleadas del hogar fue en México. A tantos kilómetros de aquí, en un país en el que las diferencias sociales son mucho más notables y la clase media prácticamente inexistente, tener empleadas en el hogar es una forma de mostrar al resto tu poderío económico.
Esas mismas mujeres que trabajan realizando las tareas del hogar de la gente más pudiente, a menudo se ve obligada a abandonar a sus hijos durante todo el día por atender no solo la limpieza, comida y orden de una casa, sino también el cuidado de unos niños que no son suyos. Muchas de esas mujeres que trabajan como internas no solo se ven obligadas a separarse de su familia aunque vivan en la misma ciudad, sino que llegan a cruzar el gran charco hasta nuestro país para formar parte de esa lista de más de 600.000 personas que trabajan como empleadas en el hogar.
Sus condiciones laborales son aún hoy en día una lista de injusticias que en días como hoy merece la pena recordar.
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En un sector en el que las mujeres son amplia mayoría:
- El 30% de ellas cobra en negro y, aunque desde el año 2012 es obligatorio que estén dadas de alta en la Seguridad Social, las cifras hablan por sí solas.
- No tienen derecho a paro.
- No tienen derecho a indemnización en caso de despido.
- No tienen derecho a pensión cuando se jubilen.
- Muchas de ellas no alcanzan un salario digno.
- No tienen derecho a baja por enfermedad.
La falta de inspecciones hace que haya total impunidad para aquellos ciudadanos que no den de alta a la empleada que trabaje en su hogar.
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