Considerado un objeto de pecado o de codicia, el sexo de la mujer se ha escondido durante mucho tiempo. Si ya no es tabú, ¿ha perdido realmente su misterio? Echemos un vistazo...
Lo que se ve...
A diferencia del sexo masculino, los órganos sexuales femeninos son, en gran parte, internos.
- Ataviada con términos a menudo poéticos e icónicos, la parte exterior y visible, que contiene las mucosas, se llama vulva.
- Se distingue en primer lugar el pubis, también llamado el monte de Venus, que tiene la forma de un pequeño cojín de grasa y recubre los huesos de la pelvis.
- A continuación encontramos los labios mayores, y luego los labios menores, más o menos visibles según su forma. Apartándolos un poco, descubrimos, en la zona llamada vestíbulo, el orificio de la uretra (por donde sale la orina) y, más atrás, la entrada de la vagina.
- Los labios menores se unen en la base y forman un capuchón que protege el clítoris. Eréctil, este último tiene la forma de una pequeña yema. Extremadamente rico en terminaciones nerviosas, el clítoris es una fuente de placer de la mujer.
...y lo que no se ve
Es en el interior del cuerpo donde se encuentran los órganos sexuales propiamente dichos, destinados a asegurar las funciones reproductivas.
- A cada lado del bajo vientre, tenemos los ovarios, el lugar donde se encuentran los óvulos.
- A continuación se distinguen las trompas, que nacen de los ovarios para llegar al útero.
- El útero está destinado para acoger eventualmente a un embrión. Por la influencia de las hormonas segregadas por los ovarios, su apariencia interna se modifica, preparándose así para recibir el óvulo fecundado.
- Con forma de embudo, la vagina también tienen muchos vasos sanguíneos. Con una profundidad de unos 8 cm, tiene la particularidad de ser muy elástica, lo que permite al hombre poder introducir su sexo en las relaciones sexuales y al bebé poder salir en el parto. En la entrada de la vagina puede haber una pequeña membrana más o menos espesa: el himen. Está perforada en el centro para permitir eliminar la sangre de la menstruación, y está presente en las chicas que son vírgenes. Normalmente, en la primera relación sexual se rompe (lo que a veces provoca un ligero sangrado), pero también puede desgarrarse practicando algunos deportes (danza, gimnasia...).
Órganos sensibles al placer
Fuente de placer, el sexo femenino reacciona a la estimulación. En este momento, algunas partes de su anatomía sufren transformaciones temporales. Durante la excitación, el volumen de los labios menores aumenta, se llenan de sangre y se enrojecen. El clítoris, una vez estimulado, también se llena de sangre y sale de su capuchón. En el interior, la vagina se irriga y produce secreciones para facilitar la penetración. En el orgasmo, sus músculos se contraen y, una vez en reposo, los músculos recuperan su forma y tamaño normales.
Los ciclos
El funcionamiento de los órganos sexuales femeninos está establecido según un ciclo bien definido que se repite cada 28 días. En la primera fase, los ovarios producen hormonas para que madure un óvulo, y dura entre 12 y 14 días. Durante este tiempo, el útero se prepara para recibir la posible llegada de un embrión, es decir, un óvulo fecundado por un espermatozoide. En esta maduración, el óvulo es expulsado por una de las trompas: es lo que se llama ovulación. Su duración de vida es sólo de unos días, y sólo en ese momento puede ser fecundado por un espermatozoide. Se deslizará al útero para desarrollarse y dar vida a un feto. Si no es el caso, muere y se desintegra progresivamente. La sangre que lo compone se expulsa por la vagina (esto es la menstruación), y los ovarios empiezan a producir hormonas para un nuevo óvulo.
Cuando suena el reloj biológico
Una mujer sólo puede concebir hijos durante un período determinado de su vida, ya que sólo cuenta con un número limitado de óvulos susceptibles de ser fecundados. Esta cantidad se define en el nacimiento. Cuando finaliza, los ovarios cesan rápidamente de producir hormonas y, por lo tanto, dejan de funcionar. Esta parada definitiva se conoce como menopausia. Existen tratamientos para compensar molestias debidas a este cese de actividad, pero nada puede “reactivar la máquina”. Sin embargo, esto no significa que la mujer no pueda tener más relaciones sexuales.
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Órganos sensibles a infecciones y enfermedades
Como todos los órganos del cuerpo humano, los órganos sexuales también son susceptibles de ser contaminados por gérmenes o infectados por virus. Algunos son benignos (micosis, infecciones de orina...) y se curan con antibióticos, pero otros son más graves. Algunos incluso no se curan, como el sida. Todos son contagiosos, por lo que hay que tener cuidado. Una buena higiene (agua y gel íntimo suave sin jabón) permite prevenir algunas infecciones, pero no es suficiente contra las enfermedades de transmisión sexual. Por lo tanto, se recomienda utilizar métodos de protección eficaces, ya que los órganos sexuales sanos son órganos que funcionan bien, y garantizan una vida sexual plena para todos.