¿Quién no ha hojeado nunca (o algo más si se da la ocasión…) un libro sugestivo, es decir, subidito de tono? Entonces, ¿cómo ha conseguido, al fin, liberarse? ¿Se trata sólo de sexo por sexo? ¿Hay para todos los gustos? ¿Qué subgéneros recoge la literatura «verde»? Nosotros te orientamos.
Erotismo y pornografía: ¿dónde está la diferencia?
Hay quienes se dedican a distinguir entre literatura erótica y pornográfica, pero hoy en día la diferencia entre ellas es cada vez más difícil de establecer y ambos géneros se confunden con frecuencia.
>Normalmente se habla de literatura erótica cuando es muy sugerente y ensalza la sexualidad. A menudo narra un romance o contiene tintes de humor. Juega con la simbología de las situaciones para estimular el deseo sexual.
>La literatura pornográfica, en cambio, es mucho más directa, se desnuda de todo tipo de pudor. Es sexualidad en primer plano gracias a la narración pura y simple de una relación sexual. Su único objetivo está muy claro: hacer que el lector disfrute. No obstante, su definición evoluciona con el tiempo y la subjetividad de cada uno.
La picaresca: toda una historia
Hay que retroceder hasta el siglo XII para llegar al origen de la literatura erótica. Por aquel entonces, tomaba forma de cantos y poemas que respetaban las reglas del Amor Cortés. Todo quedaba envuelto en un pudor extremo. Durante los dos siglos siguientes fueron las fábulas moralizantes en octosílabos, eróticas y llenas de humor, las que tomaron el relevo. En el Renacimiento, la literatura erótica siguió estando presente pero se la consideraba inmoral y transgresora. No fue hasta el siglo XVIII, con la llegada del espíritu libertino, cuando el género adquirió forma de carta entre nobles, un auténtico arte de la seducción gracias a una redacción cuidada e insinuante. La mujer se convierte en la presa que hay que conseguir y que al final siempre cede ante su captor. Entre los grandes romanceros de este género destacan Choderlos de Laclos, autor de Las amistades peligrosas, Crébillon hijo y Samuel Richardson.
Un giro de 360 grados: la escritura sadista
El autor del siglo XVIII al que hay que recordar es el Marqués de Sade. En sus manos, la mujer se convirtió en un objeto sexual que había que despreciar. Su obra, durante muchos años sometida a la censura, no volvió a ver la luz hasta el siglo XX: Justine o los infortunios de la virtud, Los 120 días de Sodoma… son relatos que exploran la sexualidad en sus formas más extremas, incluso apelando a la violencia. Sin embargo, bajo esta apariencia pornográfica y el elogio del vicio se esconde, en realidad, una virulenta crítica a la sociedad del antiguo régimen.
Durante el siglo XIX, la literatura erótica fascinó y repulsó al mismo tiempo. Los autores que se aventuraban a publicar sus obras lo hacían en Bélgica, por ejemplo, para evitar el mazazo de la censura surgida del catolicismo más puritano. Gracias a la aparición del psicoanálisis, la literatura erótica encontró su lugar, al fin, en el siglo XX. El modo de pensar la sexualidad evolucionaba al ritmo de los acontecimientos con la publicación sin censura del Informe Kinsey sobre las costumbres sexuales de los hombres y las mujeres, la evolución del feminismo, la aparición del sida, etc.
Hoy en día: la abundancia de la literatura erótica
Asistimos hoy a un fenómeno muy particular: literatura erótica no quiere decir necesariamente novela, sino que puede adoptar la forma de una guía práctica o de una obra histórico-artística con toques de humor. Las editoriales ponen en práctica dos estrategias diferentes:
>Algunas crean sellos específicos para temas sexuales que acogen un gran número de obras eróticas más o menos osadas en formas diversas y variadas (guías prácticas, sobre todo); éste es el caso de Ediciones Pàmies o Harlequin Ibérica. Hay muchas colecciones que atraen a lectoras que buscan sensualidad y una brizna de erotismo. El lado positivo es que este tipo de editoriales no se cierran a un único modo de representar el sexo. Además de divertir, sus obras también aconsejan y exaltan la sexualidad.
>Otras casas editoriales convierten la literatura erótica y provocadora en su especialidad, como por ejemplo la francesa Blanche. No dudan en crear polémica y provocar poniendo sobre la mesa obras que tratan temas altamente tabús para la sociedad. Y como muestra un botón: Serial Fucker, journal d’un barebacker, de Erik Rémès, relata la historia de un gay seropositivo que mantiene relaciones sexuales sin protección de forma intencionada para contagiar a sus conquistas; o La Musardine cuyo objetivo es estimular a los lectores masculinos llegando incluso a la pornografía extrema, el fetichismo o el voyeurismo de todo tipo.
La sexualidad cada vez más presente en la literatura
¿Escenas eróticas en una novela para el gran público? No tiene nada de extraordinario. Los autores de hoy en día ya no tienen reparos en exponer los detalles más íntimos de la vida sexual de sus personajes. La prueba está en el éxito de libros como Fóllame (Virginie Despentes), La vida sexual de Catherine M. (Catherine Millet) o Las partículas elementales (Michel Houellebecq).
Con humor, sutileza o angustia, no importa, todos los contemporáneos hablan de sexo. Algunos son abiertamente eróticos, mientras que otros prefieren una apariencia más discreta. Lo importante, por lo tanto, reside en el sentido que se le otorga a este erotismo casi omnipresente. En la literatura contemporánea, la sexualidad se convierte en un elemento indisociable en la búsqueda de la identidad de uno mismo, en la vida y en la muerte.
Un gran entusiasmo
Los amantes (masculinos y femeninos) están servidos, pues asistimos a una auténtica democratización de la literatura erótica. Aunque no fue realmente accesible hasta hace veinte años, todo el mundo, o casi todo el mundo, lo prueba. Sólo hay que ver cómo en la época de Internet no cesa la aparición de webs especializadas en el ámbito. Sin embargo, hay editores especializados que ven un cambio de rumbo debido a la pérdida de fuelle de este tipo de relatos. Y eso que ya no se ven ensombrecidos por las prohibiciones y la censura. Aunque la situación actual tampoco impide que los lectores puedan diversificarse: parejas jóvenes y, parece ser que también mujeres, se aficionan al placer de la lectura en compañía de Eros…
LETTER
Consulta también:
El voyerismo
Lugares insólitos para hacer el amor