El estudio publicado en la revista científica iScience se enfocó en la "memoria espacial," que nos ayuda a orientarnos y recordar ubicaciones. Para medir el impacto de la actividad física sobre esta capacidad, se utilizó un escenario de realidad virtual en el que dos grupos realizaron distintas actividades: mientras un grupo pedaleaba en un circuito inmersivo, el otro simplemente observaba el mismo vídeo sin hacer ejercicio. Después, ambos grupos fueron invitados a recordar y ubicar distintos puntos en el recorrido, y el resultado fue revelador: quienes pedalearon obtuvieron puntuaciones notablemente superiores en las pruebas de memoria.
¿Qué beneficios tiene el deporte en la memoria?
Según este estudio, hacer ejercicio justo después de aprender o experimentar algo nuevo mejora de forma óptima la consolidación de la memoria. Este momento específico parece ser cuando el cerebro es más receptivo a los efectos positivos de la actividad física, aunque aún se necesitan estudios adicionales para comprender completamente cómo y cuándo los distintos tipos de ejercicios benefician las diferentes fases de la memoria.
De hecho, la ciencia ya ha demostrado que el ejercicio físico, especialmente las actividades aeróbicas como correr, nadar o andar en bicicleta, favorece la salud del cerebro. Estas actividades no solo aumentan el flujo sanguíneo y la oxigenación en el cerebro, sino que también estimulan la producción de factores de crecimiento nervioso, como el BDNF (Factor Neurotrófico Derivado del Cerebro), una proteína que facilita la generación de nuevas células neuronales en el hipocampo, una región fundamental para la memoria. Esta estimulación y el aumento de conectividad entre distintas regiones cerebrales facilitan el procesamiento y almacenamiento de la información.
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¿Cuánto tiempo necesitamos para que esto sea efectivo?
Estos resultados resaltan la importancia de integrar el ejercicio regular en nuestra rutina diaria. No es necesario entrenar como un atleta profesional para obtener estos beneficios: incluso sesiones cortas, de entre 10 y 30 minutos, pueden tener un impacto significativo en nuestra capacidad para recordar y procesar información.
