Artículo elaborado por Karen Homer de World Vision Bangladesh
A los 12 años, Smirna, ahora de 19, se casó con un hombre que le doblaba la edad. A los 14, dio a luz a su hija, Jubaida. A los 17, se convirtió en refugiada, huyendo de Myanmar con su esposo, Shamim, después de que su casa fuera atacada y quemada. Lo perdieron todo.
A los 19 años, Smirna quedó viuda. Shamim murió de ictericia hepática en el pequeño refugio improvisado de la pareja a los dos meses de su llegada, en el campamento de refugiados más grande del mundo, Cox’s Bazar, en el sur de Bangladesh.
"Caminamos durante ocho días para llegar hasta aquí", dice Smirna, una joven de voz suave pero segura. “Sufrimos muchas cosas en el camino, pero vinimos para salvar nuestras vidas". Smirna comparte su historia mientras se sienta con las piernas cruzadas sobre una alfombra de plástico junto a una docena de mujeres de su vecindario. Las mujeres se reúnen cada mañana aquí, en el Centro de Paz para las Mujeres en el Campo 13, un espacio seguro para los refugiados rohingya administrado por la ONG World Vision.
Este es uno de los pocos lugares que las mujeres pueden visitar. En la cultura conservadora rohingya, a las mujeres y a las adolescentes rara vez se les permite salir solas. Las familias temen que sean acosadas, agredidas o secuestradas. Sin embargo, desde que el centro abrió sus puertas en el Día Internacional de la Mujer (8 de marzo), el personal se ha ganado gradualmente la confianza de la comunidad. Cada semana, 24 mujeres y adolescentes asisten a las clases de costura que se ofrecen aquí. Muchas aprovechan esta oportunidad para hacer uso de los servicios de asesoramiento para víctimas de violencia de género.
Smirna es el único sostén de la familia; nunca pudo asistir a la escuela y no sabe ni escribir su nombre. Sin embargo, ahora tiene una oportunidad y está decidida a aprender a coser para obtener ingresos y poder mantener a Jubaida y a sí misma.
"Soy una mujer afortunada", nos sorprende Smirna. “Mi padre me casó por necesidad porque mi familia era muy pobre. No tenía otra opción, pero mi marido era un buen hombre. Nunca me pegó y su familia fue amable conmigo. No todas las mujeres son tan afortunadas. Mi hermana se casó con un alcohólico y su vida ha sido muy diferente a la mía".
En el círculo de costura, la discusión de las mujeres a menudo se centra en el matrimonio y con demasiada frecuencia en la violencia. Según un estudio reciente de BBC Media Action, la violencia contra las mujeres y las niñas dentro de las relaciones se normaliza en la comunidad rohingya. Las mujeres rara vez buscan apoyo a menos que necesiten tratamiento médico. Tanto hombres como mujeres aceptan la violencia de pareja como una forma normal de moderar el comportamiento y como una consecuencia natural cuando una mujer no cumple con sus deberes adecuadamente. De los casos denunciados de violencia de género en los campamentos, el 71 por ciento de los incidentes ocurrieron en el hogar y las parejas son los responsables del 74 por ciento de estos casos de violencia.
Algunas mujeres rohingya dicen que creen que los incidentes de abuso físico y emocional han aumentado desde que llegaron a los campamentos
"Éramos una familia pacífica en Myanmar, pero mi esposo tiene dos esposas más aquí", dice Khadia*, una mujer de 30 años que tiene tres hijos. "No nos proporciona ningún dinero, pero me pide comida. Todo lo que gana, se lo da a las otras mujeres. Cuando le pregunto por qué hace esto comienza a golpearme". Khadia compartió el maltrato con su vecina, Tasmin, quien la invitó a ir al centro donde encontró el apoyo que necesitaba para hacer frente a la situación que vivía en su hogar.
"Cuando vengo aquí y comparto mi dolor con los demás, me siento mejor", confiesa Khadia. "El personal da muy buenos consejos. Los hombres de verdad no golpean a sus esposas", insiste Smirna, empoderada tras el taller de prevención de violencia de género. "No es una cuestión de lugar, ni de donde vives. Si eres una buena persona, incluso si vives en una jungla, no golpearás a tu esposa".
Smirna y Khadia están de acuerdo en que su nuevo círculo de amigas en el Centro de Paz para las Mujeres ha hecho que la vida en los campos sea un poco más soportable y les ha dado seguridad. "Nos ha enseñado a denunciar cuando abusan de nosotras", dice Smirna. “Como viuda, ahora soy el padre y la madre de mi hija. Es bueno saber que World Vision está aquí para ayudarnos".
Talleres contra la violencia de género
Sharly Mayshew Prue, fue ganadora del premio más prestigioso de Bangladesh para el desarrollo de la mujer, sin embargo, no ha sido hasta ahora cuando ha conseguido el trabajo perfecto. Como oficial de prevención de la violencia de género en el Centro de Paz para las Mujeres, enseña nuevas habilidades para mujeres refugiadas rohingya que son analfabetas y nunca han trabajado fuera de sus hogares.
"Me encanta mi trabajo porque no solo estoy ofreciendo recursos a las mujeres, sino que estoy cambiando actitudes", dice Sharly, que supervisa a una clase de 24 mujeres y niñas que aprenden a usar sus máquinas de coser. Diseñadora y empresaria en Bangladesh, Sharly ahora trabaja con mujeres pobres y vulnerables en el campamento de refugiados más grande del mundo, Cox’s Bazar. Reconocida a nivel nacional por su trabajo innovador con los tejedores, Sharly espera replicar su éxito en el campamento rohingya.
"Si no tienen medios para ganar dinero, no tienen poder", dice Sharly. Actualmente, a los refugiados rohingya no se les permite trabajar dentro del campamento, sin embargo, Sharly está enseñando a las mujeres para que estén preparadas el día en que se levante la restricción del gobierno. Siempre ha creído que las barreras están para romperlas y quiere que las mujeres rohingya puedan derribarlas.
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