Benedicto XVI confesó que “después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino”. Y es que el Papa quiso recordar que, si bien es consciente de que este ministerio “debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando”, lo cierto es que “en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu” que en su caso, según reconoció, ha disminuido notablemente en los últimos meses, dejándole incapacitado para la labor que le fue encomendada.
En lo que su futuro se refiere, manifestó su deseo y voluntad de “servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria”.
La renuncia efectiva
De acuerdo con la propia declaración de Benedicto XVI, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas exactamente, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante. Por tanto, a la Iglesia le toca ahora “convocar, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice”.
Puede interesarte...
LETTER