La venta al mejor postor en el mercado de la ciudad iraquí de Mosul es el destino de muchas de las mujeres secuestradas por los yihadistas en los territorios por los que se extiende su califato. Entre 150 y 250 dólares es el precio a pagar por cada una de estas féminas, en función de su belleza, según apuntan fuentes locales. En otras ocasiones, se ven obligadas a desposarse con muyahidines (guerreros santos). El resto de mujeres, entre 200 y 300 de la minoría religiosa preislámica yazidí, se encuentran bajo el yugo del Estado Islámico en Baaj, localidad de la provincia de Nínive situada al sur de Sinyar, también en Irak.
Una de las mujeres retenidas consiguió quedarse con un móvil y contactar con su familia. Según informa el periodista Nasir Ali, reportero del periódico Rudaw, la joven, que decía tener 24 años, permanecía secuestrada junto a otras 200 mujeres desde principios de agosto. Su testimonio es desgarrador: tres o cuatro veces al día los milicianos yihadistas escogían a las mujeres más bellas y las llevaban ante los jefes locales del Estado Islámico para ser brutalmente acosadas y violadas.
Después de esta primera llamada, al parecer la mujer pudo establecer comunicación con el exterior de nuevo y relató las pésimas condiciones en las que se encuentran debido a la falta de comida y el trato vejatorio. Señalaba, además, que muchas mujeres solo desean la muerte y que algunas de ellas ya se han suicidado. Al final de esta conversación, la joven imploraba ayuda para salir de este infierno.
Respecto a esta terrible situación, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos asegura tener documentada la venta de mujeres yazidíes en, al menos, 27 casos. Tal y como señala esta organización humanitaria, las mujeres secuestradas por el Estado Islámico son consideradas “sabaya”, es decir “botín adquirido en la guerra contra el infiel”, según la aplicación de los versos del Corán. El Observatorio también explica que algunos notables kurdos y árabes han simulado comprar a estas mujeres, puestas a la venta en plazas públicas, para después liberarlas dentro de una campaña en este sentido lanzada por el Gobierno Regional del Kurdistán.
El asesinato del periodista James Foley y otros brutales crímenes filmados como el de un peshmerga (combatiente kurdo armado) y el de otro periodista norteamericano, Steven Sotloff, que finalmente ha sido confirmado hoy por el Gobierno de Estados Unidos, son solo la punta del iceberg de las atrocidades que el Estado Islámico está cometiendo contra la vulnerable población civil.
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