En la actualidad la presencia del padre en el parto es la norma general... pero no siempre le es fácil. El hombre no vive la llegada de su hijo de la misma forma que la mujer, su proximidad afectiva, menos carnal y menos instintiva que la de la futura madre, a veces resulta difícil de instaurar. Cuando una mujer se queda embarazada, siente como su hijo se mueve y tiene nueve meses para pasar al estado de madre, superando momentos difíciles (nauseas, cansancio y a veces problemas médicos).
Para los hombres es diferente. El padre queda, al margen de su grado de implicación, fuera del proceso. Tiene que hacer un esfuerzo de imaginación, comunicarse con su pareja, hacer preguntas para que poco a poco el niño que en un principio resulta virtual se haga realidad.
Consejos para el futuro padre
Depende mucho de la madre que el padre se sienta más involucrado en el embarazo, hablándole del bebé y sobre todo pidiéndole que esté presente durante las ecografías, las pruebas médicas... Aunque un padre se reconoce como tal una vez que coge a su hijo en brazos, su papel físico antes del nacimiento es fundamental. Hasta tal punto, que, un padre que no asiste a la consulta, que no hace preguntas sobre el desarrollo del embarazo o sigue viviendo como si no pasara nada, envía de forma involuntaria signos preocupantes sobre el futuro de su relación con el niño.
Con la llegada de un hijo, la mujer ya no es sólo amante. Para muchos hombres esta modificación es seguramente la más difícil de integrar. Sin embargo es indispensable. Se trata de una realidad. La relación amorosa exclusiva y erótica continúa existiendo pero acompañada de una nueva imagen: la amante se convierte en madre.
Es cierto que el padre puede negarse a asistir al nacimiento, por miedo a un traumatismo alejado del erotismo... pero la realidad es así y tiene que aceptarla.
Es preferible que el padre asista al parto de su hijo. Es aconsejable para el padre, para la madre (para compartir la experiencia y darle ánimos), y para el niño. Si no se siente preparado no hay que forzarlo a que asista. Hacerle culpabilizar porque se niega a asistir no sólo no sirve de nada sino que provocaría sin duda un malestar, un bloqueo, un resentimiento que puede ser nefasto para la relación familiar. Además se trata de respetar la libertad de cada uno.
La presencia paterna en el nacimiento del bebé tiene que partir de una iniciativa voluntaria, bien pensada, aceptada y deseada. Debe ser el resultado de una reflexión madura. Se trata de vivir plenamente el momento mágico del nacimiento. De dar a luz "juntos". Si a pesar de todo el padre se niega a asistir al parto, no hay que preocuparse. El sentimiento paterno se construye a lo largo del tiempo. La madre debe dejarle su papel de padre, dejar que se ocupe del bebé, de no querer hacer todo en su lugar con el pretexto que no se ocupa del niño como debería, al fin y al cabo cada uno aprende su papel de padre y de madre con el tiempo, al serlo.
Hay que dejar que se haga su propia idea de lo que es ser padre. Seguramente será buena aunque no se corresponda con los todos los criterios de la madre: al bebé le gustará que el padre se ocupe de él, le de el biberón, le cambie los pañales y en definitiva le de cariño. ¡Lo más importante para él es el amor y el cariño de su padre!
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