El vestido se convierte en una pieza "para llevar", donde la simplicidad es lo que más importa. Nada de elementos inútiles ni artificios. Las líneas de los vestidos son sencillas y fluidas.
Como un cuadro, la primera parte del desfile realizó un homenaje a los vestidos cortos en negro. Un clásico eterno revisitado que, para Rolland, se llena de broches, joyas, lentejuelas y plisados llevados al extremo.
Después llegó el momento de las siluetas rojas y blancas, donde destacó un vestido arquitecturado y fluido de espíritu "charlestón". En ese momento redescubrimos que los vestidos tienen una historia, una vida y que pueden comunicar sensaciones.
Y vuelve la elegancia, los vestidos de cóctel que asocian materias de tecnología punta que encuentran, en la alta costura, su máximo exponente. En este desfile se cruzó la moda, el diseño, la pintura...
Nos encanta: La novia vestida de rojo, inspirada en una glamourosa Caperucita Roja. Los guantes de mitón en charol para dar un aire rock a la silueta.
Nuestro flechazo: Los vestidos largos de fiesta, de volúmenes inusitados, que se alzan como verdaderas construcciones gracias a los profusos pliegues de la tela.
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A.K/M.A.B.