Paradójicamente, Robert Pattinson no era un vampiro malo. Al revés, él demostró que los vampiros pueden ser buenos y, más tarde, que incluso pueden tener cuernos. Tal vez ese aura de buenazo, que no se ha podido quitar ni interpretando al despreciable Bel Ami, es uno de los mayores hándicaps a los que se va a enfrentar el actor en su carrera (si no contamos que siempre le recordaremos como Edward Cullen). Ahora, parece que ha llegado su oportunidad de oro para hacerlo, gracias a The Rover, donde por fin se convierte en el tipo duro que parece intenta ser. Al menos en el cine.
Esta película es una de las más esperadas en el Festival de Cannes, donde se estrenará por primera vez (el resto de mortales tendremos que esperar al 6 de junio) y formará parte de la Sección Oficial del mismo. El filme, dirigido por David Michôd, es un western futurista en el que Eric (Guy Pierce, el co-protagonista de la historia), es asaltado por una pandilla de criminales que le quita todo lo que tiene. Ante tal situación, el único objetivo de Eric es encontrar venganza y, en su camino, se cruza con un herido Reynolds (Robert Pattinson), el miembro más joven de esa banda de delincuentes al que no le queda más remedio que unirse a su lucha.
En la última escena que ha difundido la productora del filme, vemos a Robert en una muy mala posición: "Déjame que te cuente lo que Dios te ha dado. Ha puesto una bala en ti y te ha abandonado aquí conmigo. Él no siente nada hacia ti. No le importa una mierda si mueres aquí mañana", le dice Eric.
En esa escena, como en el tráiler o las fotos que se han difundido, no solo vemos a un Robert Pattinson mucho más maduro, sino también con un aspecto totalmente diferente, en un cambio de registro que su carrera venía pidiendo a gritos, pues ninguno de los filmes que estrenó durante y después de Crepúsculo parecía hacernos olvidar aquel papel.
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Si el tiempo le encumbrará como uno de esos grandes actores que supieron reinventarse y superar grandes éxitos del pasado, nadie lo sabe aún. Pero desde luego, ya poco parece que quede de aquel paliducho Edward que, inexplicablemente, enamoró a medio mundo. Ahora sí, nos vemos en el cine, Robert.