Ingenuidad, divino tesoro. Hubo un momento de nuestras vidas en las que solo aprendíamos, imitábamos a quienes teníamos alrededor y nos comportábamos con naturalidad, sin importarnos qué dijeran, qué pensaran o qué imagen diésemos a los demás.
Por desgracia, conforme nos hacemos mayores y comenzamos a formar parte de la sociedad de una forma activa, preocupaciones como “se reirán de mi por hacer esto”, “no llames la atención”, “no hagas” o “no debes” son mucho más recurrentes, en general, de lo que deberían.
Cuando crecemos perdemos espontaneidad, frescura, nos adaptamos al entorno y dejamos que la sociedad, y sobretodo nuestro entorno más cercano, nos “moldee”. Se nos olvida que una vez actuamos por instinto o mera curiosidad de saber, tocar o experimentar.
Por el contrario, mientras somos muy, muy pequeños, no sabemos qué significa que nos juzguen, que nos miren o qué implica que actuemos exactamente de la forma que queremos. Somos simple y llanamente nosotros mismos.
Por eso, hemos querido recopilar algunos momentos cómicos capturados en el momento justo en el que se producían y protagonizados por niños de muy corta edad, que nos recuerdan lo bonita y tierna que es la ingenuidad y que, una vez que se escapa, es difícil lograr que vuelva más.
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