Cada semana podemos conocer un poco más de la vida de Patricia Campos a través de su blog "Fútbol sin Fronteras", pero ahora, gracias a su primer libro, hemos sido partícipes del pasado de nuestra bloguera. Tierra, mar y aire es el relato, duro y emotivo, de una niña que creció en un ambiente machista del que siempre intentó escapar. A día de hoy, ha logrado cumplir dos de sus sueños: es entrenadora de fútbol, un deporte que le apasionó desde el principio, y piloto de las Fuerzas de Armadas. Actualmente vive en Hawái, donde cuenta los días para regresar a Uganda y reencontrarse con sus "niños". Pues además, Patricia es voluntaria en África, donde ha creado una escuela de fútbol, un deporte con el que intenta mejorar la vida de las personas más desfavorecidas.
Pero el recorrido de Patricia no ha sido fácil, antes de llegar hasta aquí tuvo que enfrentarse en su infancia con un padre autoritario y bebedor, con su búsqueda personal durante su juventud y con el trato discriminatorio del Ejército, provocado por el simple hecho de ser mujer y homosexual. De todo ello nos habla en esta entrevista personal.
Una infancia a contracorriente
En Tierra, mar y aire descubrimos cómo fue vivir bajo el yugo de un padre que no aceptaba tener una hija que se rebelaba contra la vida que le querían imponer. "Fue duro y triste. Siendo una niña tuve que aprender a camuflarme enfrente de él", nos cuenta. "El miedo es algo que si no lo has pasado no sabes lo que es. No se lo deseo a nadie".
Pero afortunadamente, Patricia contó con el apoyo incondicional de su madre, una mujer anulada por su marido, pero fuerte y capaz, que trabajó a escondidas para lograr sacar adelante a su familia. "Gracias a ella soy como soy. Ella fue quien me educó y me transmitió valores como el respeto, la tolerancia y el amor".
Mi padre era un borracho, un maltratador y un infeliz. Un católico que tenía miedo de ser condenado a los infiernos
La universidad, una etapa de descubrimiento personal
Siempre tuvo claro que quería ir a la universidad, por eso trabajó duro para conseguir el dinero que necesitaba. "Estuve trabajando en una hamburguesería para ahorrar y poder estudiar en Valencia. Volviendo la vista atrás creo que la universidad fue como una vía de escape", explica. En esta etapa Patricia descubrió su sexualidad, algo que se había negado a sí misma hasta entonces. "Vengo de un pueblo pequeño donde yo no conocía la existencia de ningún homosexual. La sociedad donde yo me crié te encauzaba a seguir unas pautas tradicionales. Jamás pensé en que pudiera gustarme una mujer. Por eso creo que me costó reconocer realmente quien era".
Tras esta etapa "de aprendizaje, madurez y preparación para la vida real", como ella la define, Patricia Campos logró su objetivo de entrar en el Ejército, sin embargo, no fue como esperaba.
Ahora me doy cuenta de que durante esos años, por algún motivo, no quería reconocer quién era yo realmente. Mi subconsciente quería darme pistas, pero mi cerebro se negaba a aceptarlas
"El Ejército es una institución muy antigua, no avanza al ritmo de la sociedad"
Consiguió ser la primera y única mujer de las Fuerzas Armadas en pilotar un reactor, y aunque nunca dejó de romper las barreras que le pusieron por delante, enfrentarse a los comentarios machistas y homófobos de compañeros y superiores dificultó parte de su camino. "No estaba nada cómoda, me veía obligada a esconder mi condición sexual para no tener problemas. La homosexualidad es un tema delicado no solo en el ejército, sino en muchas otras instituciones", explica. Y aunque esto pasó hace años, lo cierto es que a día de hoy sigue estando latente el machismo en el mundo militar.
"La incorporación de la mujer al ejército se hizo de forma precipitada, sin ninguna reflexión y buscando la 'igualdad de sexos'. Los casos que se dan de acoso sexual o el trato diferente por el simple hecho de ser mujer, demuestran que no se nos considera profesionales, sino mujeres, y no están preparados para trabajar con nosotras", afirma la militar. Tras ocho años de servicio, Patricia decidió pedir una excedencia y marcharse a Estados Unidos, donde se convirtió en entrenadora de fútbol y apreció el trato que allí dan a las mujeres futbolistas. "En USA se valora a los profesionales independientemente de su sexo. Los aficionados son respetuosos, yo no he oído ni he recibido ningún insulto por el hecho de ocupar un banquillo siendo mujer".
Denuncié el trato machista y homófobo que recibí en el Ejército, pero no sirvió de nada. Quizá debería haber insistido más. Quizá fue miedo o falta de madurez.
Próximo destino: África
De Estados Unidos, Patricia dio el salto a Uganda para dedicarse al voluntariado. Allí daba clases de español en una pequeña aldea por la mañana y entrenaba a fútbol a diferentes niños y niñas por la tarde. Logró integrar en sus entrenamientos a un colectivo de mujeres enfermas de sida. Y aunque no todo fueron experiencias agradables: "Pasé miedo, me sentí sola, me robaron e incluso intentaron secuestrarme",cuenta, lo cierto es que no se arrepiente de nada, pues ha sido una de las experiencias más enriquecedoras. "Pasé mucho miedo. Me di cuenta que la vida allí no tiene valor. Es pura supervivencia o tú o ellos. Pero había ido para realizar una misión y debía terminarla. Seguí adelante con más ganas si cabe".
Aunque ahora mismo Patricia vive en Hawái, dentro de unos días volverá a Uganda: "Vuelvo en unos días para reencontrarme con mis niños y continuar con mi proyecto. Quiero ver cómo va todo y qué más se puede hacer".
Con tantas experiencias a su espalda y tantas barreras superadas, como mujer y como persona, le preguntamos a Patricia qué consejo le daría a aquellas personas que alguna vez han estado en una situación parecida:
Que luchen por su felicidad, que persigan sus sueños, no los de los demás. Que a pesar de los obstáculos que se encuentren por el camino, que no pierdan la ilusión y las ganas de alcanzar esos sueños por Tierra, Mar y Aire
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